Las plantas procesadoras de carne de todo el mundo se están convirtiendo en focos de infección de coronavirus, como demuestra el brote en una fábrica de Alemania, que llevó a Guetersloh a convertirse el martes en la primera zona del país a la que se ordenó volver a echar el cierre.
Más de 1.500 trabajadores de la planta de Guetersloh dieron positivo en las pruebas del virus que causa la enfermedad COVID-19, además ha habido rebrotes en plantas de carne roja y pollo de Reino Unido en los últimos días.
En muchas zonas rurales de Estados Unidos, las plantas procesadoras de carne han sido la principal fuente de infección. El 28 de abril, el presidente Donald Trump firmó un decreto para mantener las plantas funcionando, advirtiendo de una posible amenaza para el suministro de alimentos en Estados Unidos.
La industria cárnica es particularmente susceptible a las infecciones por coronavirus debido a la naturaleza del trabajo: de un intenso carácter físico, se realiza en interiores con una gran proximidad entre los trabajadores.
“Sus entornos de trabajo -líneas de procesamiento y otras áreas en plantas muy concurridas donde tienen un contacto estrecho con sus compañeros de trabajo y supervisores- pueden contribuir sustancialmente a su exposición”, advierten los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) sobre los trabajadores del sector cárnico.
Los CDC mantienen una serie de recomendaciones para las plantas, que incluye medidas para mantener a los trabajadores separados, con el escalonamiento de las horas de llegada y los descansos, el suministro a los trabajadores de mascarillas y desinfectante para las manos y la desinfección de las herramientas.
Recomienda a las fábricas tomar la temperatura de los trabajadores a su llegada y enviar a casa a los que tengan fiebre.
Las condiciones en las fábricas en sí no son el único problema. Los trabajadores de la industria cárnica a menudo comparten el transporte y la vivienda una vez que terminan sus turnos.
En Alemania, por ejemplo, muchos son inmigrantes de países más pobres de la UE como Bulgaria y Rumanía, que a menudo se alojan en grandes habitaciones comunes donde el virus puede propagarse.
“Algunas de estas plantas tienen alojamientos en el mismo lugar o en las cercanías donde hay varias personas en cada dormitorio, desde donde pueden ser transportadas en un autobús al lugar de trabajo, por lo que estarán juntos en un espacio interior durante todo el día”, dijo Michael Head, experto en salud mundial de la Universidad de Southampton, en Inglaterra.
En Estados Unidos, a finales de mayo, el sindicato de trabajadores UFCW estimó que al menos 44 empleados de distintos centros de envasado de carne habían muerto a causa de la COVID-19, y que al menos 30 plantas cárnicas tuvieron que cerrar temporalmente, lo que afectó a más de 45.000 trabajadores y contribuyó a una reducción del 40% de la capacidad de sacrificio de cerdos. Reuters