Un período de la historia que se gestó desde el fin de la Peste Negra a mediados del siglo XIV abarcando hasta la primera mitad del siglo XVI. Algunos lo consideran el inicio de la era moderna; otro preámbulo de la modernidad. Sin duda, un giro histórico hacia la secularización; transformación de una sociedad organizada en función de la doctrina religiosa, a una con intereses diversificados y autónomos.
Cuando hablamos del “Renacimiento” lo asociamos al esplendor artístico de grandes lienzos; Botticelli, Leonardo da Vinci, Sanzio, Donatello, Buonarroti, Ghiberti, Brunelleschi, -sólo para mencionar los más conocidos-. Todo pareciera como si un día mujeres y hombres de aquella Europa medieval, oscura, asolada por pequeñas guerras de ambiciones entre unos pocos ricos, grandes epidemias nacidas de la suciedad y desconocimiento de la higiene, se hubieran despertado iluminados por Dios, especie de un milagro colectivo. No fue tan simple, no hay milagro sin esfuerzo humano.
Como muchas efemérides históricas rudimentariamente enseñadas, hay algo de verdad y mucho de mentira. El Renacimiento no nació de un día para otro, creer que se acostaron iletrados e insalubres, amaneciendo con talento, genialidad y voluntad de acción, es irreal. Fue un proceso de transformación progresivo, forjándose a lo largo de la Edad Media, por alguno llamado “edad oscura”. En realidad, fue asunto de varios siglos.
Corrupción y tolerancia al vicio corroyeron, desmoronando aquél gran imperio romano que había crecido como república, creó el derecho moderno y llevó el orden -con las fallas de su tiempo, como la esclavitud, exceso de admiración hacia lo militar, que cayó en corruptelas, aduladores, enchufados y la tiranía de emperadores cargados de perversión, depravación, egoísmo y torpeza.
Se derrumbó, el ejército se corrompió, no fue capaz de contener el ímpetu ciudadano del menos formado, pero más honesto, de principios, que ambicionaba orden, hartos de ser vigilados y subyugados.
Irrumpieron con fuerza y furia rebelde, arrasaron con la autoridad debilitada por la descomposición, crearon sus reinos y dominios; empezaron a pensar en el concepto de lo que, siglos después, sería el Estado -ya la democracia era noción política que venía de antes; la Grecia de pensadores y políticos que consultaban a los pueblos, hoy base de la democracia moderna.
Los llamados “bárbaros” desgajaron en trozos al imperio romano y comenzaron a diseñar lo que en el futuro serían los países de la actual Europa. Pero no destruyeron todo, cambiaron a ineptos emperadores por reyes propios; a legiones romanas y pretorianos que todo controlaban, por ejércitos pequeños, exitosos. Y, echando a un lado ídolos romanos, desarrollaron nuevas vidas de acuerdo al cristianismo que crecía porque era doctrina de bondad, rechazaba la esclavitud y exaltaba la libertad. Hubo injusticias, se produjeron excesos, la Iglesia Católica cometió errores, pero el mundo cambió.
Durante ese largo período de modificaciones en la forma de pensar, se mantuvo el pensamiento, la investigación. Grandes catedrales y fortalezas medievales son prodigios de arquitectura e ingeniería. La medicina estuvo oscurecida por supersticiones, pero avanzó, se comenzaron las primeras intervenciones quirúrgicas e investigaciones forenses, aunque algunos, por las nigromancias, terquedades de políticos y figurones, les costara la vida.
La ciencia avanzó, la astronomía descubrió el universo -la anécdota de un Galileo preso y torturado por la Inquisición es falsa, con excepción de algunos necios se sabía que la Tierra es redonda, los seres humanos fueron construyendo, mejorando ciudades, servicios públicos y más de uno sabía que podía navegarse hacia el Oriente sin más problemas que la lejanía; para muchos el descubrimiento del continente interpuesto entre Europa y Asia fue una sorpresa, pero ya otros habían llegado a la que se llamaría América; había mapas detallados que la incluían, no por imaginación, sino porque sus costas habían sido navegadas antes de la llegada de Colón.
El Renacimiento es mucho más que la Mona Lisa, el Moisés o la Columnata. Fue poesía, literatura, música, construcción y ampliación de ciudades e incluso avances en lo militar -aquellos agobiados caballeros uniformados de hierro, y enormes paredes protectoras, dejaron de tener sentido cuando la pólvora apareció.
El renacimiento no fue una casualidad ni un milagro, sino la consolidación de un largo proceso. Hoy, con los avances y la tecnología moderna, no tenemos que esperar siglos. Los venezolanos llevamos décadas de estancamiento, tiranía, destrucción por torpeza, incompetencia y traiciones a las conveniencias de la patria. Hemos pasado por nuestra propia Edad Media en medio de limitaciones e injusticias, aplastados por la fuerza, complicidad de políticos mediocres, codiciosos y militares comprados deliberadamente.
Nos toca consolidar el proceso de pensamiento, estrategia, análisis y audacia que la tiranía no ha logrado aplastar; aplicar coraje, talento, esfuerzo y rebeldía a construir el renacimiento de la venezolanidad y espíritu del siglo XXI. Existen ciudadanos, de todos los sectores socioeconómicos, capaces y dispuestos.
Sólo nos falta quitarnos la corrupción de la tiranía y complicidad de sus asociados.
@ArmandoMartini