Salen a la calle sin mascarilla, en pijama, ajenos a lo que ocurre a su alrededor: en los ‘hutong’, los tradicionales callejones de viviendas del centro de Pekín, la nueva oleada de coronavirus parece haber pasado desapercibida, y sus residentes lo fían todo al trabajo de prevención de las autoridades.
Algunos han decidido hacerse el test para salir de dudas, pero a muchos no les preocupa el hecho de que el Gobierno municipal aumentase el nivel de alerta para atajar el brote que, según las autoridades, está ya “controlado”.
El brote, detectado en el principal mercado mayorista de alimentación de la capital, deja hasta ahora 269 casos confirmados, y la aparición de nuevos positivos habría entrado ya en su etapa final, según los expertos chinos.
“Sí, la curva se está aplanando porque el brote se detectó pronto y se evitó una propagación masiva. Aquí, en los ‘hutong’, estamos a salvo. La seguridad impide que entren contagios potenciales”, explica a Efe Hu, un taxista residente del distrito de Xicheng.
“El problema es que la ciudad ha quedado paralizada. Estos días no he hecho carreras, tengo el taxi aparcado ahí. Es mejor prevenir”, explica. “Pero para nosotros no es un problema. No necesitamos tanto y nos ayudamos. La vida pasa muy despacio en esta zona, muchos de los vecinos están ya jubilados”, explica.
También le preocupa que se hayan hecho tantos test “en masa”, pero confía en las medidas impuestas a las comunidades de vecinos, que comprueban religiosamente la identidad de todo aquel que entra y sale y les toman la temperatura.
Mientras, en el popular lago de Houhai, cerrado a los visitantes, una decena de personas entre jubilados y colegiales -todas las clases presenciales están suspendidas- desafían al virus dándose un baño a escasos metros del casco antiguo imperial de la capital china.
“Vengo aquí cada año a bañarme cuando el lago se descongela, y no iba a dejar de hacerlo ahora. Creo que las medidas son acertadas, es difícil que el virus entre aquí, está controlado”, comenta uno de los bañistas a Efe, un jubilado apellidado Zhang, después de darse un chapuzón.
ESTRICTOS CONTROLES DE SEGURIDAD
Peor suerte corrieron los vecinos de siete comunidades de vecinos de un barrio del distrito de Xicheng, al que también pertenece el lago de Houhai, que quedaron aislados como medida de prevención después de confirmarse un caso en el mercado Tiantao Honglian.
De hecho, las comunidades en áreas consideradas de riesgo “alto” han quedado selladas y no se permite que nadie salga de ellas.
En la calle Chezhanxi, en ese barrio, los vecinos se han topado con trabajadores del distrito que portan brazaletes rojos y que se encargan de vigilar quién entra y sale de cada edificio y de llamar a la policía si lo consideran necesario.
“Quiero salir un momento a por tabaco”, clama uno de sus vecinos antes de que lo pare una mujer en el puesto de control de acceso a la comunidad, quien con sorna le aconseja que es mejor que deje de fumar por que no va a salir a ninguna parte.
Estas estampas han sido comunes en algunos barrios de Pekín desde que comenzó a propagarse el coronavirus hace varios meses, y algunas se han popularizado en Internet para alabar el riguroso trabajo que realizan estas personas.
COMERCIOS ABIERTOS, PERO SIN CLIENTES
La tradicional calle de Nanluoguxiang, un “hutong” construido durante la Dinastía Yuan (1271-1368) y que transporta al Pekín anterior a los rascacielos, la mayoría de sus tiendas, cafeterías y bares están abiertos al público, pero apenas hay clientes.
En algunos puestos hay letreros de “se alquila”, y sus comerciantes temen pérdidas masivas.
“Hace poco más de un mes, en el puente de mayo, esta calle estaba llena de gente. Ahora es una ruina. No hay turistas, nadie quiere venir a Pekín en este momento”, recapitula la señora Xu, dueña de una tienda de té.
El dueño de un restaurante japonés situado en el mismo distrito comenta que ha tenido que suspender la reapertura que tenía prevista para este mes debido al brote y teme que no le vaya a compensar abrir en el futuro porque los consumidores chinos van a reducir el consumo de salmón por culpa del brote.
Hasta ahora ha trascendido que el coronavirus se detectó en una tabla de cortar salmón en un mercado mayorista de la capital, pero según los expertos no hay pruebas de que los contagiados se infectaran por comer alimentos contaminados, incluyendo marisco.
De cualquier modo, la prensa local ya ha avanzado que las importaciones de alimentos congelados se verán “gravemente afectadas” por el brote.
En otra zona comercial cercana, en el hutong de Wudaoying, algunos locales deciden aprovechar la ocasión para pasear mientras que en la torre del Tambor, uno de los barrios mejor conservados del viejo Pekín, una pareja aprovecha el silencio y la ausencia de tráfico para hacerse fotos de boda. EFE