Quizás este fuera de lugar, inapropiado e inoportuno para algunos, ridículo para otros, mencionar en este momento de incertidumbre y enfado con la política como vía de solución, las tradicionales virtudes que nos enseña el cristianismo, fe, esperanza y caridad. A pesar de que las circunstancias han sido las peores y el sentido común se ha olvidado; por un momento, hagamos un oasis espiritual en medio de este áspero y reseco desierto en el desplome de la salud, ruina económica, mentiras repetidas, mandar por la fuerza, criminalidad desatada, pérdida de valores, quebranto de los principios éticos y abandono -casi total- de las buenas costumbres ciudadanas. ¿Cuáles son nuestras verdaderas convicciones?
Fe, porque observamos con firmeza el porvenir, aunque lleguemos hambrientos, cansados y adoloridos a nuestros hogares, siempre amanecemos con agrado en el empeño de seguir adelante. No podemos rendirnos por grave y lejana que parezca la solución. Somos muchos más quienes luchamos y deseamos un futuro de oportunidades. Sacar al país de las cenizas de la tragedia castrista es un deber y obligación ciudadana.
Esperanza, nos levantamos con el espíritu renovado de un nuevo día, no permitimos que el desánimo impida buscar la vida tanto si tenemos estómagos vacíos, o a medio llenar; puede que aguantemos -símbolo de cojones, valentía de la mujer y el hombre de bien- pero sin resignarse. No se hunde la existencia con la oscuridad, siempre esperamos al sol y con su luz volvemos a intentarlo.
Caridad, somos solidarios, característica de la venezolanidad arrebatada por la ignominia socialista, nos ayudamos unos a otros, así como quienes desaciertan en el poder son ciegos y sordos -no mudos ni capaces de cambiar para comenzar de nuevo- a las reales necesidades y soluciones de la nación. Sin lindezas ningún venezolano deja de echar una mano en lo que pueda a quien lo necesita, cuando lo solicita. No pueden payasos continuar traicionando la confianza y disipando la voluntad de la gente. ¡Han sido burlados ya demasiado!
Somos una población violada, engañada, atacada, invadida, presionada, pero nunca detenida. Fe, esperanza y caridad nos marcan el camino, es lo que criollamente nos insiste “p’alante es p’allá” y nos recuerda, conciencia de la firmeza y compromiso, “p’atrás ni p’a coger impulso”.
Una ciudadanía con fe en sí misma, esperanza en lo que es capaz de hacer y está dispuesta a realizar; con caridad porque es generosa, solidaria y cumplidora, no es un pueblo que pueda ser derrotado ni dominado, que se resigne al optimismo. Es una Venezuela, del tamaño de su compromiso, capaz de escuchar voces, pero nunca faltar a sus propias expectativas. Es una responsabilidad ineludible como ciudadanos, no desanimarnos, no rendirnos, no fallarnos, no creer en idiotas titiriteros, seguir peleles, títeres, bufones y encubridores creídos de inteligencia superior.
Millones han llegado de diversas latitudes, unos como mendigos para ahorrar, enviar a sus casas para después regresar con algo, otros para hacer familia y erigir grandes proyectos. Pero ninguno con miedo, siempre ilusionados, hacedores de carreteras, llanuras y montañas. Todos con fe y esperanza, sin egoísmos ni indiferencias. Con los corazones en las manos, coraje y empeño en el alma.
Así somos los venezolanos, así hemos sido y seremos siempre. Afables, líderes no por riquezas -que han robado inmisericordes- quienes han tenido la oportunidad de servirnos, pero que han estafado y despreciado la confianza popular, ni por argucias que retorcidos han contado, patrañas no son más que la historia del coco para asustar niños; además de asumir y sostener el reto colosal de construir una gran nación no asaltando sino trabajando, esforzándonos, con sacrificio, metiendo el hombro. Expresar pendejeras politiqueras populistas e hincar rodilla en tierra, es un acto de sumisión e idiotez enorme, demostrando que la escases intelectual y del intelecto es la falta de proteínas en la infancia.
Cuando revolucionarios putativos, de esos que siguen sin atenciones el decálogo de un pata sucia, llevan su causa al fracaso. La lucha entre el mal y el bien, parece eterna, pero termina, el punto es cuándo. Nadie lo sabe, lo cierto es que ocurrirá. La ciudadanía de la esperanza, fe y caridad en ejercicio y el pueblo que representa con orgullo la victoria sobre la estupidez y el engaño.
@ArmandoMartini