“Todo esto nos ha afectado y no nos dejan trabajar. Estamos varados y a la voluntad de Dios. El Mercal nos vende una vez al mes como que nosotros comemos una vez al mes”, con un tono de voz y de molestia respondió Adelaida, quien lleva 40 años trabajando de forma independiente en la frontera de la Guajira zuliana.
Por Sailin Fernandez | Fe y Alegría Radio
A los largo y ancho del territorio de la Guajira, los pobladores que trabajaban en los mercados, los llamados queseros, asaderas, cojoseras, polleras y carniceros, hoy en día relatan con nostalgia cómo la pandemia terminó con sus prácticas de económica habitual.
Para ellos, llegar al mercado Los Filúos los días lunes, miércoles y sábado era tener la mejor venta, podían hacer sus intercambios de mercancía por productos como el maíz, auyama, frijoles, entre otros rubros que se cosechaban en estas tierras para llevar el alimento a sus hogares.
Al mismos tiempo, en Guarero funcionaba el asadero donde vendían ovejo asado. Era el más emblemático de esta región ya que más de 20 mujeres Wayuu ofrecían aquel delicioso plato tipo de la zona. Eran quienes hacían esa faena.
Allí las conocían como las asaderas. Hoy solo se reflejan los anafres artesanales apagados y las mesas de concreto desoladas.
Gladina Polanco llamó su lugar de trabajo WayuMoll, ya que ese lugar le proveía de sustento para sostener a la familia. En la actualidad, la pandemia le cambió la vida, no solo como trabajadora sino a toda una familia.
“A mí me tocó duro. Me dio tristeza, ya llevamos 4 meses con esta pandemia. A a mí me toco buscar otra manera de sobrevivir, ahora estoy sembrando, volver a trabajar la tierra. No he ido a ese lugar que me ayudó mucho en mi economía, donde conocí a muchas personas de otros lugares del país y de Colombia que paraban para comer el ovejito asado”, cuenta a Radio Fe y Alegría Noticias.
La militarización, el toque de queda y la cuarentena no les permiten estar en sus lugares de trabajo que quedaron en el abandono, ya que en la Guajira, la radicalización de la cuarentena no tiene una restricción en la movilización es estricta, no hay un cronograma para el transporte, tampoco para ir a realizar faenas de trabajo en la calle. Mientras que otros sí salen a trabajar sin importar las medidas de seguridad.
Mientras que en los lugares más emblemáticos de Los Filúos donde estas personas trabajaban la artesanía, quedaron con enramadas y mesas de tablas desoladas mostrando un panorama de crisis económica.
Ellos, que en algún momento fueron los que garantizaban la economía de este lugar, ahora ven desde lejos sus lugares de trabajo ya que se practica otro tipo de comercio más feroz.