Se celebró el 16 de mayo el 114to. aniversario del natalicio del novelista, académico y hombre de Estado, Arturo Uslar Pietri (1906-2002). Para conmemorar la efeméride la Fundación epónima, que dirige el abogado Antonio Ecarri Angola, organizó una conferencia digital intitulada Petróleo, Modernidad e Hispanidad, cuyos ponentes fueron el joven intelectual Andrés della Chiesa y este articulista.
La discusión principal giró en torno a la emblemática frase, Sembrar el petróleo, el célebre editorial del diario Ahora del 14 de julio de 1936, escrito por Uslar Pietri cuando, a los 30 años, era colaborador del economista merideño, Alberto Adriani (1898-1936), ministro de Hacienda. Se iniciaba la transición democrática emprendida por el general civilista, Eleazar López Contreras, luego de la puesta en ejecución del Programa de Febrero, el primer plan orgánico de modernización institucional y desarrollo socioeconómico del país.
En el maravilloso libro, Medio milenio de Venezuela, editado por la serie Cuadernos Lagoven en 1986, el autor de Las lanzas coloradas, al insistir en el carácter pasajero de la riqueza minera, explica que el origen de la frase se ubica en la necesidad de convertir la ingente renta petrolera en capital “reproductivo.” Para Úslar (1961):“los recursos de que disponíamos procedían de actividades destructivas, y no reproductivas. La actividad destructiva de la minería y del petróleo, y la actividad destructiva del balatá, o de la sarrapia o de la explotación maderera.”
Prosigue el autor de Oficio de difuntos al observar entonces el declive de la agricultura y la cría en Venezuela y la migración de campesinos a los campos petroleros:“…había que desarrollar en Venezuela una economía reproductiva y renovable que pudiera crecer y progresar con el país, en lugar de disminuir, y por ello aprovechar la riqueza transitoria de las actividades petroleras…, es decir, llevar al máximo la renta minera y destinar la totalidad de sus proventos a la creación de una economía propia…” La frase sintetizaba así la consecución de “una política económica.”
Con la elocuencia poética que sólo Uslar Pietri podía estamparen su prolífica prosa, la metáfora se centraba en la reinversión de la renta petrolera en los sectores agropecuario y en la entonces incipiente industria manufacturera: “tomar la prieta y maloliente substancia que brotaba de las torres de perforación, …para llevarla a los surcos y convertirla en cosecha. De este modo el aceite inerte podía convertirse en millones de hectáreas irrigadas y sembradas, en gordos rebaños, en chimeneas de fábricas, en rotación de ejes de trasmisión, en alegre crepitar de motores…Íbamos a convertir el petróleo en dinero, y al dinero invertirlo en el desarrollo de una economía reproductiva sana y creciente”
25 años más tarde del emblemático editorial de 1936, el fundador de la Escuela Libre de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela reitera que “sigue siendo esta (la siembra del petróleo) la consigna fundamental del progreso venezolano,” reconociendo, no obstante, que “el país actual (1961) es muy diferente de aquel que vio aparecer el editorial del diario Ahora…La población ha doblado desde entonces. El paludismo ha desaparecido, se ha reducido el analfabetismo, se han construido en gran cantidad carreteras, edificios y servicios públicos, ha disminuido la mortalidad infantil, ha aumentado la duración media de vida, ha habido un desarrollo industrial, el presupuesto ha crecido 35 veces y lo que entonces se gastaba en un año se gasta en diez días.” A Uslar Pietri le aterraba la expansión desmedida del Estado en detrimento de las libertades ciudadanas y de emprendimiento.
El novelista caraqueño coincidía con su conterráneo, Juan Pablo Pérez Alfonzo, en cuanto a la necesidad de que la ingente renta petrolera no podía malbaratarse sino reinvertirse en formación de capital fijo. Despilfarrar el ingreso fiscal petrolero en gasto corriente era una manera de liquidar un patrimonio sin lograr su reproducción.
Aunque Uslar y Pérez Alfonzo pertenecieron a fuerzas políticas contrarias y sostuvieron diferencias en materia de política petrolera (el primero abogaba por la maximización de la producción y el segundo por la conservación de las entonces restringidas reservas de hidrocarburos), ambos estadistas trataban al recurso no renovable del subsuelo como un bien de capital. Advertía el autor de La isla de Robinson: “…y luego, considerar el dinero proveniente de nuestra participación en esa industria como si proviniera de un empréstito sin intereses y sin plazo, que debe ser repuesto en aumento de la producción industrial y agrícola del país.”
¿Pero, es válida la frase sembrar el petróleo en el siglo XXI? ¿Tiene vigencia en medio de la globalización, la sociedad del conocimiento y la III y la IV Revolución Industrial? ¿Tiene sentido volver a la agricultura y a la industrialización en la época de la robótica, los vehículos autónomos y la inteligencia artificial? Hay críticos que consideran que la frase ha sido superada por el desarrollo tecnológico y que poca o ninguna vigencia guarda en la actualidad.
Ya Pérez Alfonzo consideraba en su tiempo que el petróleo no se podía sembrar porque nuestro subdesarrollo nos llevaría a lo que hoy los tratadistas denominan la Maldición de los Recursos, es decir, dejar de crecer e involucionar después de una bonanza de precios de exportación de un recurso natural. Fue lo que le ocurrió a Venezuela después de la bonanza de los años 70. No le ocurrió a Noruega porque el país escandinavo ya era una monarquía constitucional democrática sólida con una cultura no rentística y con una pujante economía social de mercado, antes del mismo boom petrolero.
Es por las razones anteriores que postulamos que no se trata de cultivar el petróleo solamente en un sentido metafórico, sino de sembrar ciudadanos, entendiéndose por ello la educación integral del venezolano, el abandono de nuestra mentalidad rentística, la asimilación de principios éticos de conducta individual y colectiva y el comportamiento cívico de los individuos dentro de instituciones democráticas volcadas al ser humano, para que este desarrolle en libertad su pleno potencial productivo, sin esperar recibir del Petro-Estado una prebenda o una canonjía.
@lxgrisanti