Pues bien, varios de esos diputados pertenecían a la Universidad de Caracas. Encabezados, los miembros pertenecientes a ella, nada menos que por uno de los cerebros más útiles de la fundación, acariciador del proyecto de la liberación desde mucho antes del 19 de abril del año anterior a la independencia: Juan Germán Roscio.
Además, si atendemos las relaciones documentadas en el libro de Inés Quintero y otros autores, titulado Más allá de la guerra (2008), muchos universitarios conformaron la más o menos escandalosa y rebelde Sociedad Patriótica. Así: “La Universidad de Caracas respaldó la declaración de independencia del 5 de julio de 1811”. “La respuesta de los estudiantes y profesores de la Universidad de Caracas fue de compromiso y defensa del proyecto independentista”. Hasta en armas: “… los estudiantes de la Universidad de Caracas se comprometieron de manera directa en la protección y defensa de la República”. No abundo más, innecesariamente.
Desde la fundación de la República, toda tiranía tiene en la universidad un fortísimo enemigo. Puede cotejarse revisando cuidadosamente el devenir histórico al respecto: la universidad contra Gómez, la universidad contra Pérez Jiménez, la universidad contra Chávez y ahora contra Maduro, por ejemplo. Tiranía y universidad, opresión y universidad, son definitivamente incompatibles desde los orígenes que nos permitieron la libertad, ésa, la que se nos volvió desgraciadamente a extraviar.
Es una obligación la restitución de la República. De nuevo el congreso (Asamblea Nacional),con escaso tiempo de permanencia ya, y los representantes de los respectivos estados, los diputados, varios de ellos que fueron o son universitarios; varios de ellos presos en las mazmorras hoy, corre con el peso mayor de las circunstancias políticas. Deben obrar con todas las cartas sobre y bajo la ¿mesa? Fincarse, además, en la universidad. Porque el propósito hoy, como aquel 5 de julio, no puede ser otro que la libertad y la soberanía. Dos conceptos oprimidos hasta la muerte en este momento también horrendo en Venezuela. La universidad tiene mucho que aportar y lo hace, como siempre: ideas y lucha continua. Universidad y libertad han corrido hermanadas. No es momento, como se aprecia en el odio mortal que el el régimen le profesa, para que haya separación alguna, ni chica, entre libertad y universidad.
Libertad y soberanía vuelven a esperar por su rescate. Los venezolanos, universitarios o no, debemos apreciar de nuevo no sólo el acta como un resultado simbólico al que alabar de lejos, sino fundamentarnos en las acciones que indujeron a la liberación. Allá debemos ir responsablemente. Sin detención alguna. Es tarde. Luego será más tarde.