Sin importar cuantas veces tengamos que repasarlo, y aún cuando se trate de un valor y un derecho tan básico que se da por descontado en las sociedades modernas y libres, la libertad de expresión es uno de los principales elementos que distingue a una democracia, de aquellos regímenes autoritarios donde la regla es el ejercicio absolutamente desproporcionado de la autoridad.
Privar de libertad a un ciudadano por criticar, defenderse y resistirse al avance y desmanes del desgobierno, es decir, por expresar legítima y libremente sus ideas y posiciones, sin importar cuán ofensivas sean en contra de quienes detentan el poder, es una de las aberraciones más deplorables pero clásicas y previsibles de cualquier régimen autoritario, que ahora como nunca desnudan y evidencian ante el mundo, su peor rostro, el de la intolerancia e hipersensibilidad a la verdad. Y es inclusive más deplorable que el mismo uso de la violencia física, pues bien puede un hombre equivocarse al calor de una disputa y hacer uso indiscriminado de la violencia que monopoliza, tal vez por verse amenazado, convirtiéndose en una cuestión de mera supervivencia, en fin, por un error; sin embargo, cuando se trata de perseguir a quien opina, a quien se expresa, a quien crítica, no hay posibilidad alguna de pensar que fue un error o que se trate de una mera equivocación, pues cuando se juzga a quien supuestamente te ofende o falta el respeto, bajo el argumento de instigación al odio, simplemente se está juzgando a un oponente, a un adversario, y he allí el error, allí el pecado, que podría inclusive calificar como un delito de lesa humanidad en los términos previstos por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional; por lo que llegado el momento no valdrán lamentos, no valdrán disculpas, cuando corresponda reivindicar a quienes han sido salvajemente reprimidos por atreverse a criticar a quienes ejercen el poder.
Con estas líneas, nos solidarizamos hoy con Nicmer Evans, quien según el balance de presos políticos del Foro Penal certificado por la Organización de Estados Americanos, podría ser el ciudadano 410, léase bien, el 410, privado actualmente de su libertad por razones políticas. A Nicmer tuvimos la oportunidad de entrevistarlo en nuestro programa República ciudadana el pasado 7 de julio, donde valientemente compartió sus ideas y llamó las cosas por su nombre, asumiendo además con gallardía su pasado político. Luego, aún a las puertas de lo que sería su injusta detención, mantuvo públicamente su crítica, y de allí su coraje que respetamos y exaltamos. Hoy Nicmer se suma y es víctima de la oscura estadística de quien decidió hace rato huir hacia adelante, y se une a otros 409 ciudadanos, a quienes extendemos igualmente nuestra infinita solidaridad. 379 hombres y 31 mujeres, cada uno con su propia historia, pero con un honroso rasgo en común, que es el haber puesto al país por delante de ellos mismos.
Rescatar la democracia y restituir un régimen de libertades en Venezuela, supondrá entre otras cosas que llegado el momento podamos expresar lo que queramos en contra de los poderosos, sin temor a nadie más que a nosotros mismos. Alcanzar ese objetivo vale cada segundo, además de toda nuestra energía, determinación y constancia. Que nadie dude que vale la pena.
Abogado. Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC)
@castorgonzalez