A través de generalizaciones y etiquetas a las que recurren siempre los totalitarismos, el chavismo creó alrededor de la figura del médico venezolano y del sistema de salud heredado de la democracia una serie de mitos y medias verdades que usaron para destruir todo lo que funcionaba, evidentemente, con defectos, pero que funcionaba al fin. A este modelo lo suplantaron por un sistema paralelo sostenido por la ideologización de un derecho fundamental y copiado a papel carbón del sistema cubano. En la entrega de Venezuela al castrismo, la salud fue quizás una de las primeras víctimas. De hecho, cuando el chavismo todavía cuidaba las formas, la fachada para traer los primeros represores al país fueron las misiones de cooperación en materia de salud Cuba-Venezuela.
Tanto despreciaba el difunto presidente a los médicos venezolanos, que prefirió poner su vida en manos de médicos cubanos que confiarse a nacionales. Quiero aclarar que no se trata de atacar a quienes son, en su mayoría, víctimas de una red de trata de personas y esclavitud moderna ideada por el castrismo, sino de reivindicar a los médicos venezolanos, profesionales como pocos, humanos y cercanos como ninguno. No lo digo yo como venezolano, lo dicen afuera, allí donde nuestros connacionales con mucho esfuerzo han logrado mantenerse en el ejercicio de su profesión, allí todos coinciden que esa cercanía, ese sentido de escucha, esa comprensión de entender que frente a ellos tienen un paciente y no un número más, pocas veces se encuentra en los consultorios de médicos extranjeros.
Nuestros médicos siguen salvando vidas en tiempos de pandemia y socialismo. Lo siguen haciendo exponiendo las suyas propias, no solo porque su juramento hipócratico así se los ordena, sino porque su vocación así se los demanda. Más que aplausos, merecen que se les reconozca, merecen que se les escuche, que no se les persiga, que se les valore, que se les proteja. Merecen que se les trate con dignidad, como merecemos ser tratados todos los venezolanos.
@BrianFincheltub