Cada vez que los oigo, me hierve la sangre. Ahora dicen que, después de las mentadas elecciones parlamentarias, va a nacer una nueva oposición. Quieren que los venezolanos nos metamos de cabeza a unos comicios de resultados ya cantados, tramposos, inverificables para que se acomoden los colaboracionistas de la hora con la mayoría del oficialismo, siendo una misma y triste manifestación del oficialismo tarifador.
Me hierve la sangre, porque a la vez que el país se muere de hambre y de mengua, algunos de estos sujetos que se hacen llamar de la oposición corren para entenderse a punta de whiskyes (las fotografías sobran) con los personeros del régimen dedicados a las actividades del alacranismo. Mientras despojan a la Asamblea Nacional de su sede física y meten presos, aislándolos, a Requesens o a Renzo y a centenares de venezolanos más, ellos se dejan agasajar en la Casa Amarilla en nombre del realismo (no político, sino el de los reales). Cuando millones de venezolanos estamos forzados al exilio por razones políticas y socio-económicas, urden un reparto burocrático quede desesperan por llamar el futuro parlamento. Son, simplemente, unos desgraciados.
Nunca se había visto en Venezuela, semejante inmundicia moral. Hubo delatores, por ejemplo, con la dictadura perezjimenista, pero a ningún líder político y social dela oposición se le ocurrió aceptar un cntrato con el régimen que combatían y mucho menos acordarse para distribuirse algunos medrugos que les cayeran de la mesa ¿Cuál nueva oposición? La tarifada. Porque en la URSS o en Alemania Oriental hubo pocas, pero las hubo, curules que le dejaban a la oposición ornamental. Con este régimen, ellos también se irán…