Rezar para otros en un cementerio se ha convertido en el trabajo de Rolando Loayza, porque no todas las oraciones son iguales y los familiares de los difuntos agradecen el rezo personalizado.
Loayza relató a Efe que antes era guardia municipal, pero tras quedarse sin trabajo vio esta salida en un cementerio de la ciudad boliviana de Santa Cruz para llevar a casa algún ingreso.
“Busqué trabajo en muchas partes, que me cerraron las puertas, y el único lugar que me las abrió fue este cementerio”, el Sagrado Corazón de Jesús, aseguró.
El joven tiene que mantener a su mujer y un niño de poco más de año y medio, por lo que se le ocurrió el dedicarse a rezar a quienes acuden al camposanto ante las tumbas o nichos de sus seres queridos, como una forma de ganarse un dinero.
“No todas las oraciones son la misma”, afirmó, pues no es igual un rezar para un funeral que para quien acude a visitar la sepultura un familiar o amigo.
Su objetivo es que queden satisfechos, a cambio de la voluntad, pues no marca un precio, y más que orador, se identifica como rezador, alguien que transmite la palabra de Dios a quienes quieren escucharla.
“Con cariño, son rezos con amor”, subrayó, porque “una cosa es rezar de la boca para afuera y otra hacer un rezo con el corazón”.
Santa Cruz es la capital financiera de Bolivia, la mayor ciudad del país, con más de millón y medio de habitantes, pero la cuarentena desde hace más de cuatro meses para combatir la COVID-19 conlleva una importante caída de la economía.
Muchos como Rolando Loayza se quedaron sin trabajo y se han tenido que buscar algún ingreso, en su caso en el cementerio Sagrado Corazón de Jesús, donde comenzó a practicar sus rezos ante tumbas vacías grabándose con su teléfono celular.
Loayza luego se animó a ofrecerse a quienes acuden al camposanto y ahora saca algunos días el equivalente a unos siete dólares por lo que le dan a cambio de sus oraciones, otros incluso más de cuarenta si hay algún funeral, lo que le ayuda a sacar adelante a su familia.
EFE.