Es el título de la gran novela de Tolstoy, pero igual si revisamos los primeros textos de la literatura, mitologías y leyendas de todos los pueblos y naciones, de todas las culturas, empezando por la poesía, es una épica de la violencia humana. En la Biblia, Caín y Abel. En Grecia, Homero y la Guerra de Troya, etcétera; y así hasta nuestros días. Todos los libros de historia se nutren de guerras y conflictos, normalmente se justifican y hasta se exaltan. En la escuela, al niño se le satura de “héroes” y sus hazañas, y en el cine y videos-juegos, ni hablar. Lucha, conflicto, supremacía, poder, ganar, ser ganador. Es toda una “cultura de la violencia y la guerra”. Se llegó a decir que las guerras eran inevitables y necesarias y se definió la PAZ como un “período entre dos guerras “y la cínica frase “de si quieres paz, prepárate para la guerra”. Historia cainítica y el hombre lobo del hombre. Esa es la línea cultural y educativa dominante en la historia humana, impuesta por una realidad siempre presente.
La ciencia y la tecnología “creaba” los “medios” para ejecutar y ser vencedor en la guerra, hasta que en 1945, apareció el terrorífico “hongo atómico” y ni hablar de lo que se ha avanzado en capacidad destructiva, sin límites de tiempo ni espacio.
La humanidad caníbal terminó por “crear” la posibilidad técnica de suicidarse toda ella y destruir su “hogar terrícola”. El apocalipsis, juicio final, fin de los tiempos, ya no va a depender de Dios, sino de nosotros mismos y el drama es que no lo hemos entendido todavía. La Tierra es una sola, la humanidad una sola y con una enorme y rica variedad de culturas, pero es indispensable para proteger el futuro de todos, en las mejores condiciones posibles, cambiar de una filosofía o cultura de la muerte a una filosofía o cultura de la vida. Eros o Thanatos. Hermanos-enemigos o humanos en fraternidad y paz. Tolstoy fue soldado y conoció la guerra, pero terminó siendo un militante de la paz e influyó incluso en Gandhi y en otros muchos, que entendieron la exigencia ética y la obligación moral de convertirnos en “constructores de paz”.