Li Jingzhi pasó más de tres décadas buscando a su hijo, Mao Yin, que fue secuestrado en 1988 y vendido. Estaba a punto de darse por vencida de poder encontrarlo, pero en mayo finalmente recibió la llamada que había estado esperando.
Cindy Sui || BBC MUNDO
Los fines de semana, Jingzhi y su esposo llevaban al pequeño Mao Yin al zoológico o a uno de los muchos parques de su ciudad, Xian, capital de la provincia de Shaanxi, en el centro de China. Siempre recordó especialmente una de esas salidas familiares en particular.
“Tenía como un año y medio en esa época. Lo llevamos al zoológico de Xian. Vio un gusano en el piso. Era un chico muy curioso y señaló el gusano diciendo: ‘Mamá, ¡un gusano!’. Cuando lo cargué a la salida del zoológico, tenía el gusano en la mano y lo acercó a mi cara“, cuenta Jinqzhi.
Mao Yin era hijo único. La política de un hijo de China estaba en completa vigencia, así que no había posibilidad de tener más. Ella quería que fuera un estudiante aplicado y exitoso, así que lo apodó Jia Jia, que significa “grande”.
“Jia Jia era un niño muy juicioso, inteligente, obediente y sensible. No le gustaba llorar. Era muy animado y adorable. La clase de niño que simpatizaba con todo el que lo vea“, dice Jingzhi.
Ella y su esposo lo dejaban en un jardín infantil en las mañanas y lo recogían después del trabajo.
“Todos los días, después de trabajar, jugaba con mi hijo“, afirma Jingzhi. “Era feliz”.
Jingzhi trabajaba en una empresa exportadora de grano y durante la época de cosecha tenía que salir de la ciudad por varios días a visitar a los proveedores en el campo. Jia Jia se quedaba en casa con su papá. En uno de esos viajes, recibió un mensaje de sus empleadores llamándola urgentemente de vuelta.
“En ese entonces, las telecomunicaciones no estaban muy avanzadas“, explica Jingzhi. “Así que todo lo que recibí fue un telegrama con seis palabras: ‘Emergencia en casa; regresa ahora mismo’. No sabía qué había ocurrido“.
Se devolvió de prisa a Xian, donde un gerente le dio la devastadora noticia.
“Nuestro jefe dijo una frase: ‘Su hijo está desaparecido‘”, recuerda Jingzhi. “Mi mente se nubló. Pensé que tal vez se había perdido. No se me ocurrió pensar que no sería capaz de encontrarlo“.
Era octubre de 1988 y Jia Jia tenía dos años y ocho meses.
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