Desde Beirut hasta Bagdad, pasando por Hong Kong, Minsk, Santiago de Chile o París, entre otras ciudades, la policía antidisturbios usa a menudo armas calificadas de “no letales” para controlar a una multitud de manifestantes. Pero ¿por qué sigue habiendo muertos y mutilados?
En tanto las protestas se multiplican en todo el mundo, los grupos de defensa de los derechos humanos hacen sonar la alarma por los gases lacrimógenos, balas de goma, pistolas paralizantes y otras armas antidisturbios utilizadas por las fuerzas de seguridad contra manifestantes más o menos violentos.
Las fuerzas policiales “tienen a su disposición una amplia variedad de armas y equipos que, aunque están calificados como menos letales”, pueden provocar lesiones graves e incluso la muerte”, de acuerdo a un informe de Amnistía Internacional (AI).
“Algunos de los equipos que analizamos son dignos de figurar en una cámara de tortura y deberían ser prohibidos por completo”, destacó un especialista de la oenegé, Marek Marczynski, en un informe que data de 2015.
En Irak, un país en que abundan las manifestaciones antigubernamentales desde el año pasado, decenas de manifestantes han muerto a causa de las granadas de gases lacrimógenos disparadas directamente en su contra, a veces a quemarropa.
– Granadas de tipo militar –
Varias de esas muertes fueron provocadas por granadas lacrimógenas y fumígenas de tipo militar, fabricadas en Serbia e Irán, que son unas diez veces más pesadas que las estándares, explica AI.
“Esto ha causado resultados desastrosos en numerosos casos, perforando el cráneo a las víctimas, causando heridas horribles y muerte con las granadas insertas en la cabeza”, señaló otra funcionaria de Amnistía, Lynn Maalouf.
Por su parte, le oenegé Human Rights Watch (HRW) ha informado sobre heridas tan graves como éstas durante las manifestaciones en Beirut, tras la gigantesca explosión que devastó parte de la capital libanesa, el 4 de agosto.
Las fuerzas de seguridad “dispararon indistintamente balas de goma y cartuchos de caza”, señala HRW.
En otras partes, los manifestantes sucumbieron por balas de plástico y goma utilizadas por primera vez por el ejército británico en Irlanda del Norte hace ya 50 años, así como por golpes con porras de madera o disparos de perdigones.
Algununos manifestantes han perdido un ojo durante las manifestaciones de los chalecos amarillos en Francia, y otros quedaron ciegos durante actos de protesta de palestinos contra Israel o en las movilizaciones tras la muerte de George Floyd, un negro de 47 años asfixiado en mayo pasado por un policía blanco, en Mineápolis (EEUU).
En Chile, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) cifró en noviembre de 2019 en 197 las personas con daño ocular, “especialmente por disparo de escopetas de perdigones, pero también con otras armas, como lanzamiento de bombas lacrimógenas”.
La fuerza de estas municiones, diseñadas para hacerlas rebotar en el suelo y golpear en las piernas, puede quebrar huesos, desgarrar venas sanguíneas y causar hemorragias internas cuando se disparan directamente contra las personas.
La utilización de manera indiscriminada de diversos proyectiles de este tipo “no es legítima por parte de la policía”, de acuerdo a AI, que solicita la prohibición de balas metálicas recubiertas con goma, las más peligrosas.
– “Respuesta mitigada” –
Los gases lacrimógeno también está lejos de ser inofensivos cuando se disparan en cantidades excesivas en espacios reducidos, o cuando desencadenan avalanchas humanas, señala Amnistía.
A pesar de que la mayoría de las personas sanas se recuperan de los efectos de los gases lacrimógenos (quemaduras de piel, lágrimas en los ojos y dificultad para respirar), los niños, las mujeres embarazadas, los asmáticos y los ancianos corren riesgos mucho mayores.
Los principios de base de la ONU sobre el uso de la fuerza y de armas de fuego incitan a los Estados a desarrollar armas menos mortíferas, “para permitir una respuesta más mitigada en el uso de la fuerza”.
Amnistía señala que los equipos menos letales pueden reducir el riesgo de muerte o lesiones cuando son utilizados de manera más sensata por parte de agentes “bien entrenados y plenamente responsables”.
Pero, la oenegé advierte que en decenas de países “los agentes encargados del orden cometen todo tipo de violaciones a los derechos humanos utilizando estos equipos, incluida la tortura y otros malos tratos durante las detenciones, así como el uso excesivo, arbitrario e inútil de la fuerza contra los manifestantes”.
AFP