Daniel Gascón: Álvarez de Toledo, las ideas y el poder

Daniel Gascón: Álvarez de Toledo, las ideas y el poder

Michael Scammell cuenta que se decía que Koestler tenía la facultad de exponer sus argumentos de la manera que molestaba a la mayor cantidad de gente posible. Algo parecido le ocurre a Cayetana Álvarez de Toledo, que ha sido cesada esta semana como portavoz del PP en el Congreso, tras una entrevista que publicó en estas páginas Javier Casqueiro.

Uno de los elementos antipáticos de la exportavoz es que a menudo hablaba de cosas desagradables. David Mejía ha señalado su enfrentamiento con la ultraderecha, la izquierda posmoderna y el nacionalismo: una crítica que ella basaba en los principios de la Ilustración. Puede cometer errores de táctica y tono, pero cuando acierta se enfrenta al diagnóstico que señaló Stendhal: el buen razonamiento ofende. También da la sensación extenuante de que entra en todas las disputas, al margen de su oportunidad o posibilidades de victoria. Sus detractores más honestos admiten su brillantez; sus defensores más resignados reconocen que ella aspiraba a tener razón, pero la política no va de eso. Algunos han dicho que su marcha contribuirá a suavizar el clima político español. En las Cámaras están Lastra, Rafael Hernando, Iglesias, Rufián y Abascal. Parece difícil que ese clima mejore mucho, pero perderá claridad a la hora de articular algunas posiciones. En algunos casos, quizá dejen de defenderse.

Se ha señalado que su destitución manifestaba un alejamiento de Vox y un giro hacia la moderación que representarían dirigentes como Juan Manuel Moreno. Para otros mostraría una voluntad de acercamiento al PSOE. Entre los problemas de estas interpretaciones está que nadie en el PP ha sido tan duro con los ultraderechistas como Álvarez de Toledo, que el ejemplo moderado gobierna gracias a los votos de Vox o que ella defiende los acuerdos entre los partidos constitucionalistas. A veces también se pueden confundir mediocridad y moderación.

Esos argumentos indicarían que a Pablo Casado no le gustan las ideas de la portavoz que nombró. Pero parece una conclusión precipitada: los cambios en los partidos obedecen más a la lucha por el poder que a la filosofía. Después de todo, a Casado no se le ha detectado una relación con las ideas y es aventurado pensar que supiera reconocer una. Sí podría señalarse que, con todos sus problemas —individualismo, una impresión de soberbia o rigidez—, Álvarez de Toledo se tomaba las ideas en serio y eso en algunos contextos es una descortesía.

@gascondaniel


Este artículo fue publicado originalmente en El País (España) el 21 de agosto de 2020 

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