La verdad de la verdad, por @ArmandoMartini

La verdad de la verdad, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Decir la verdad no es fácil, en la mayoría de los casos es odiosa e incómoda, pero siempre reconfortante. Queda la sensación de honorabilidad, el viejo concepto de “honrar la palabra”, esa que se ha venido perdiendo en Venezuela y, lo peor, de consecuencias insociables y desagradables.

¿Qué hubiera pasado si Chávez en vez de plegarse a ilusiones desgastadas de un pícaro delincuente y anciano opresor como Fidel, hambriento de más fama, sediento de petróleo, ávido de divisas que, su régimen tiránico obsoleto y periclitado ni tenían -no tienen- ni sabían -siguen sin saberlo más allá de la credulidad de mentecatos, necios e ignorantes-, se hubiese aplicado a realizar la revolución y cambio profundo que había ofrecido?

Estaríamos sin presidencias incompetentes, sin funcionarios inútiles y robadores, negociantes sinvergüenzas que sólo piensan en apropiarse -robarse- riquezas fáciles corrompiendo además para involucrar a otros en la hediondez de su codicia, sin la angustia y vergüenza de ser sancionados, acosados, señalados. Hasta los ricos y emprendedores estarían más tranquilos, porque las cosas en este coto de caza contaminada que es Venezuela, por ejemplo, tener un auto o una casa se ha convertido en símbolo y sospecha de corrupción. Hasta hace veinte años, sin negar la existencia de estafadores y cleptómanos, si veía un vehículo o vivienda por encima del promedio se pensaba en un ciudadano trabajador, estudiado, bien preparado, de éxito, ahora se observa y de inmediato piensa en un “enchufado”, y si anda con guardaespaldas peor.





Todo por las mentiras que ya ni siquiera son creíbles por los más optimistas, basta salir a la calle y darle un vistazo al ambiente de miseria para entender que vivimos en una nación de engañados que tragan grueso y ácido tras sus obligatorios tapabocas; ni se imaginen lo que piensan cuando, además, es de los bonitos y no de los baratos que de poco sirven tras la primera lavada. Si acaso, tienen agua para higienizarlas.

Es famosa la frase: “Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” (en inglés blood, toil, tears and sweat) expresión utilizada en el histórico discurso del primer ministro británico Winston Churchill ante la Casa de los Comunes (Cámara Baja del parlamento del Reino Unido) el 13 de mayo de 1940; cuando, fue llamado para ponerse al frente de una Inglaterra atacada bajo la amenaza nazi. Inició su alocución advirtiendo lo único que podía ofrecer a los devastados británicos. Les señaló la verdad, sin anfibologías, los enfrentó con una realidad terrible, agobiante, a la cual deberían enfrentarse poniendo su coraje y aguante, que sería ese rudo e intrincado camino de espinas por el cual los guiaría. Los ingleses reaccionaron a la certidumbre con valentía, peleando, resistiendo hasta la último, mientras la ignominia nazi mentía a los alemanes y proclamaban grandes éxitos militares, incluso cuando tras Normandía los ejércitos del führer empezaron a retroceder en todos los frentes.

Con la verdad por delante, los ingleses confiaron en su triunfo final, con la propaganda nazi para los alemanes la derrota fue sorpresiva, aplastante tanto en la destrucción de sus ciudades como encontrarse en lo que para ellos parecía de la noche a la mañana sin país, y la vergüenza de una derrota con gloria. Eso les pasa a los patrañeros más temprano que tarde. 

La verdad siempre se impone y gana batallas, todos saben que la lucha es necesaria, aunque quienes la enarbolan no siempre son gratos a la gente porque ganar la felicidad, libertad y democracia exige abnegación, querella, sacrificios; todos quisiéramos que el bienestar se nos entregue empaquetado y listo para ser disfrutado. Sin embargo, esa no es la realidad. 

En la Venezuela actual la mentira parece estar de moda, utilizada sin consideración, pero cada día más los ciudadanos descubren quién les ha mentido y quién esgrimido la verdad, aunque no siempre sea de gusto atrayente. Cada día sabemos en detalle quién es sincero, autentico, guste o no, a ellos la ciudadanía los reconoce, se ganan el aprecio, confianza, credibilidad del ciudadano; y los despreciables que mienten vociferando palabreríos, exhibiendo alardes y simulaciones de cambio, son rechazados, aborrecidos, censurados porque no son más que mutaciones del mismo embuste. Y lo divisamos porque cada día que transcurre nos hundimos más en ese fango viscoso que los engañadores nos presentan con la eterna falsa e ilusoria esperanza de que vamos bien y estamos rodilla en tierra preparándonos para la vida mejor que, día tras día, entendemos nadie nos dará si no luchamos por ella con la verdad como bandera, mientras unos bandidos se llenan los bolsillos navegando en las barcazas de la mentira y corrupción.

@ArmandoMartini