Suena la diana invitándonos a despertar, con un fuerte llamado a sacudirnos la modorra, el desencanto, el miedo y cualquiera que sea el sentimiento que nos impida reaccionar; y aunque abundan las razones para sentirnos sin aliento y con muy bajas expectativas sobre la posibilidad de concretar el cambio político en Venezuela, son muchos más y de lejos los motivos por los cuales debemos levantarnos y andar para alcanzarlo.
En dos décadas, el desgobierno se ha ocupado y ha hecho todo cuanto ha estado a su alcance y más allá para sembrar miedo y desesperanza, y hoy tal vez con algo de razón sienten que cosechan el resultado de su vil accionar, pues tanto aguante de un pueblo ante tanto atropello, solo se explica y justifica en el hecho de que haya sido profundamente dañado en su psiquis, derivando en algo tan terrible como lo que ha sido etiquetado siguiendo los pasos de Cuba, como un daño antropológico a los venezolanos.
Pese a ese miedo que está allí desde hace rato con sobrada justificación, pues las estadísticas de los efectos y consecuencias de la represión hablan por si solas, por allí se asoma a ratos y en contraste a la desesperanza, pero con mucha cautela y tomando todo a beneficio de inventario, ese espíritu indómito de quienes aún creen que es posible trascender a la estafa socialista, lo cual en efecto no solo es posible, sino que está allí a la vuelta de la esquina esperando por un empujoncito, que no es otro que el del vuelco decidido y determinado de todos quienes rechazan y condenan el accionar del desgobierno y de un sistema que solo ha generado miseria y desolación al país y a sus habitantes. Y es que ese vuelco masivo, militante, desafiante e indómito, aún no se ha dado, al menos en los últimos dieciocho años.
Algunos se empeñan en responsabilizar únicamente a la dirigencia opositora de que no se haya alcanzado hasta ahora el objetivo de producir el cambio político; sin embargo, aunque el accionar opositor ciertamente ha dejado mucho que desear en más de una oportunidad, no puede pasarse por alto el hecho más que relevante de que en el tablero de juego hay dos partes, donde la contraria en este caso por cierto, juega muy bien haciendo el mal y trabajando sin descanso en desarticular cualquier estrategia o acción que amenace su posición y privilegios.
El último llamado de hace apenas una semana a la construcción unitaria de una ruta definitiva para el cambio, merece no solo el apoyo sino una activa participación de cualquiera que desee se produzca el despertar de la pesadilla socialista; donde lo contrario, esto es, adoptar otra ruta, no es otra cosa que sucumbir a cantos de sirena, donde no se está poniendo por delante lo más importante que es Venezuela; por lo que solo un esfuerzo unitario y el despertar colectivo, harán posible dar un parao a la pretensión del desgobierno de profundizar el deterioro y el daño, pues ese es su único juego, el de mantener a la población entera en modo de supervivencia, luchando a diario y diluyéndose en la desesperación de resolver aquello que en el mundo actual debería estar resuelto como lo está en casi todas partes, al menos en Occidente.
Atendamos entonces el llamado y aferrémonos a esta convocatoria como nos aferraríamos a cualquier última oportunidad, pues tal vez la sea. No pretendamos que todo será perfecto esta vez, ni tampoco nos asumamos como meros espectadores y seguidores de todo cuanto nos digan. Seamos factor crítico y sintámonos como lo que realmente somos, que es protagonistas de un episodio histórico que no puede tener otra conclusión que la de una Venezuela Libre.
(*) Abogado. Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC)
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