En una de sus más recientes intervenciones, Miguel Díaz-Canel se refirió entre otros temas a “la Estrategia Económica diseñada para enfrentar la situación de crisis generada por la pandemia”, y se vio en la necesidad de aclarar que “en su implementación se demostrará que no abandonamos las bases de la Revolución, ni nos separamos de sus principios”.
En la que ha sido calificada como “una importante reunión”, mediante videoconferencia, con las máximas autoridades de las provincias y el municipio especial Isla de la Juventud, el gobernante volvió a esgrimir la exigencia como fórmula para solucionar los problemas con coleros, revendedores y acaparadores; se refirió además a la situación energética, a la pandemia y a la producción de alimentos.
Acompañado por José Ramón Machado Ventura; el vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, y el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, desde el Palacio de la Revolución, Díaz-Canel dio a conocer que con el enfrentamiento a coleros y revendedores, que ha ocupado a más de 23.000 personas, se ha logrado procesar a más de 7.000 infractores especialmente en La Habana, Granma, Holguín, Ciego de Ávila, Artemisa y Mayabeque.
Los anuncios en sitios de internet para comercializar mercancías fueron definidos como nuevos modos de actuación de los revendedores, mientras que las críticas por los excesos cometidos se etiquetaron como “intentos del enemigo para desacreditarnos y demostrar que se ha actuado con odio”.
Luego de referirse a la fragilidad de los suministros de energía eléctrica y exhortar al ahorro frente al despilfarro, el presidente de la República indicó, sin anotar las causas, que a pesar de la naturaleza agrícola de Cuba, este es uno de los sectores más atrasados que tiene el país.
Uno se pregunta a quién habrá que demostrarle que la implementación de las medidas que se reclaman pudieran implicar un abandono de las bases de la Revolución, o una separación de sus principios”.
Acaso “trabajar con más agilidad en la implementación de nuevas formas productivas” o crear “novedosos sistemas de incentivos para los productores” puede parecerle a alguien un abandono de las bases o una separación de los principios, o el problema está en que “todo eso hay que presentarlo e implementarlo de inmediato” sin tanta parsimonia paulatina, poniendo de cabeza el lema raulista de “Sin prisa pero sin pausa”, dejándolo en “Con mucha prisa y sin ninguna pausa”.
¿O acaso una “transformación del modelo productivo” no puede traducirse a la terminología marxista como un “cambio del modo de producción”, y el llamamiento a “romper el criterio de que todo va a venir de un Plan nacional” no menoscaba el rígido dogma de la planificación socialista?
Los principios de los que no desea separarse Díaz-Canel nada tienen que ver con lo que aprendió en la Escuela Nacional del Partido Ñico López durante las clases de Economía Política del Socialismo, sino con la lección cardinal del fidelismo, que consiste en cambiar todo lo que deba ser cambiado con tal de permanecer en el poder. Las bases de la revolución que no puede abandonar no se relacionan con la protección a ultranza de una supuesta justicia social, sino con el mantenimiento de un sistema represivo que niegue toda alternativa a la discrepancia política.
Pero no se puede jugar irresponsablemente con las palabras. La manoseada terminología revolucionaria no alcanza para envolver la dura realidad. Lo que se discute en la calle no es cuándo el peso cubano volverá a tener valor, sino cuándo van a aceptar el dólar como moneda circulante. A nadie le importa cómo se eliminarán los coleros sino cómo se llenarán los mercados.
La cínica conformidad de que en Cuba las aperturas no son tan abiertas ni los cierres son tan cerrados tiene un límite. Por las próximas puertas a las que se le quiten los cerrojos para sobrevivir, entrará tarde o temprano el caballo de Troya de la apertura.
Este artículo fue publicado originalmente en 14ymedio el 22 de agosto de 2020