Este término ucraniano es extraño para nosotros, pero tiene una gran validez para interpretar lo que ocurre en Venezuela. E, irremediable, nos familiarizaremos desgraciadamente con él. Antes de la II Guerra Mundial, hasta doce millones de personas murieron de hambre en la República Socialista Soviética de Ucrania -por eso allí se acuño ese término- y otras regiones el imperio comunista en formación. En las redes digitales está la información básica, incluyendo la profusa propaganda del Partido Comunista de Canadá para negar todo lo ocurrido entre 1931 y 1932, tras la intensa colectivización forzada. Fue un acto deliberado de Josep Stalin a objeto de imponerse en las vastas regiones, en paralelo con los llamados “procesos de Moscú”, tristemente famosos, donde el “Padrecito de todo los pueblos” liquidó toda disidencia, aún las más mínimas, en la conducción del partido. Después, fue una práctica que se hizo hábito y el término ucraniano se populariza para particularizar el genocidio en el que incurrieron con toda la deliberada, calculada y desalmada intención.
Tardó muchos años en conocerse la tragedia. Hubo que esperar a la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética para saber de los documentos secretos, finalmente desclasificados. Una punta del iceberg sin dudas, pues, serán miles de cosas más las que se conocerán del gigantesco archivo de los servicios secretos (KGB) que todavía esperan por abrirse. Además, hay un libro ya famoso relacionado con el tema, escrito por la prestigiosa historiadora estadounidense Anne Applebaum, quien – nada casual – visitó tiempo atrás a Caracas – la ciudad a la que seguramente no le permitirán volver-, cuando la situación todavía no alcanzaba las dimensiones de la catástrofe humanitaria que ahora es motivo de angustia universal.
No hay otro modo de entender lo que pasa en Venezuela, como acaeció en Cuba, sino a través del propósito deliberado de matar de hambre y de mengua a la población. Sufre su propio y particular “holodomor” en un país que, hasta hace pocos años, fue una exraordinaria potencia petrolera. Por ejemplo, en medio de la pandemia, Héctor Rodríguez, el gobernador usurpador del estado Miranda, decidió atentar contra el derecho individual a la supervivencia, ordenando que cada persona que habita en la entidad federal, sólo podrá comprar alimentos dos veces a la semana de acuerdo al número de la cédula. Sabemos que es escasa la oferta de alimentos y los precios están endiabladamente dolarizados, pero el muchacho-mandadero (porque es un imberbe que le cayó alguna vez en gracia a Chávez y sólo sirve de mandadero a Maduro), únicamente explica su existencia cumplindo las órdenes estalinistas que le vienen de arriba. Por ello, recomendamos buscar el programa radial (en RCR, está en las redes), que hizo la periodista y amiga Claudia Macero con dos especialistas, como José Alberto Olivar y Bernardino Herrera León sobre el “holodomor”. Y veremos que nada es casual con Maduro Moros en el poder.