Todo un lujo se ha vuelto para los larenses tomarse una bebida gaseosa como lo es el refresco o la malta, pues el alto costo de estos productos en locales comerciales le han puesto los pelos de punta a más de uno, ya que los montos superan el salario mínimo.
Por Daimar Díaz | LA PRENSA DE LARA
En Venezuela se había vuelto habitual incluir un vaso de refresco en la mesa a la hora del almuerzo, al igual que las cenas eran acompañadas con malta, pero eso quedó en el pasado, pues el bajo poder adquisitivo de un trabajador los ha limitado a la hora de hacer las compras ya que estas bebidas no son consideradas prioritarias.
“Más nunca pude volver a tomarme un refresco porque salen muy caros y con lo que compro una de esas bebidas puedo comprar una harina para hacer la cena. Ya darse ese gustico resulta imposible”, manifestó Maritza González, una ama de casa quien expresó que su prioridad actualmente es comprar comida.
Tomar agua para pasar la comida es la única opción de los guaros, pues quien cobre un salario mínimo o una pensión no puede ni pensar que podrá pagar una de estas bebidas.
“Con los 400 mil bolívares que me pagan de pensión no puedo darme el gusto de decir que me compraré una malta porque así sea la pequeñita está muy costosa, toca bajar la comida con agua porque el dinero no alcanza”, añadió Vicente Graterol, un señor de la tercera edad.
Y es que el precio de estas bebidas en el mercado, ya ha dejado a más de uno con la boca abierta ya que para poder comprar un refresco de dos litros se debe disponer de 690 mil bolívares, mientras que por una malta de litro y medio se deben cancelar Bs 725 mil, montos que superan por creces el sueldo mínimo que se ubica en Bs. 400 mil mensual.
“En mi casa nunca faltaba un refresco, pero con esta crisis que todo está tan caro se hace imposible pagar tanto dinero por un refresco o una malta, porque ni las de pequeña presentación se pueden comprar porque también están súper costosas”, señaló Yusmary Gutiérrez.
Consultados señalan que ante el alto precio prefieren disponer de ese monto para comprar algún alimento que resulte nutritivo y alcance para toda la familia, como un kilo de caraotas o un kilo de pasta. Hay incluso quienes dicen que prefieren comprar una fruta y preparar un jugo que resulta más saludable que la bebida gaseosa.