Omar González Moreno: El Espía

Omar González Moreno: El Espía

 

Mientras el pueblo de Venezuela agoniza de hambre. Mientras más de 150 médicos mueren por coronavirus a causa de la falta de equipos de protección. Mientras el dólar se dispara a casi 400 mil bolívares y los precios de los productos y servicio se elevan al cielo. Mientras el país se paraliza por falta de gasolina. Mientras la gente se ve obligada a cocinar con leña y a beber agua de ríos contaminados de excrementos. Mientras tener electricidad se ha convertido en un lujo.  Mientras policías y militares les dan el premio de una bala o de una golpiza a ciudadanos por reclamar sus derechos. Mientras todo esto sucede y la población está a punto de estallar, el régimen de Nicolás Maduro corre para anunciar con fanfarria que ha capturado a un espía estadounidense en el estado de Falcón,  que quería perjudicar su “Revolución Bonita”.





“Hemos capturado en el día de ayer en Falcón a un espía estadounidense”, reveló Maduro con cara de aflicción y sobresalto en cadena de radio y televisión. Luego soltó un diluvio de detalles parecidos a las escenas de James Bond el agente secreto más famoso del mundo.

Precisó que el supuesto espía, era “un marine que estuvo prestando servicios en bases de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en Irak” y que, en el momento de su captura, portaba “armamento pesado, especializado” y una “gran cantidad de dólares en efectivo”.

Mientras tanto, ajenos a todas estas habladurías, seguían las protestas en casi todo el país con saldo de numerosos heridos y decenas de detenidos. Unos por falta de gasolina, agua, luz o gas domestico; otros por tener que cargar en la espalda la urna de un ser querido que murió por la pandemia y algunos más porque presenciaron el drama de otra mujer que daba a luz en la calle y arrancaba con las uñas el cordón umbilical de su bebe porque en los hospitales no había como atenderla.

Lo cierto es que a estas alturas existe una inmensa duda sobre la versión del espía que cayó del cielo. Ya pasaron los días en que el pueblo venezolano se comía el cuento de la caperucita roja, los magnicidios, los platillos voladores y que los niños venían de París en el pico de una cigüeña.

Es que no hay otra duda, otra incertidumbre más terrible que la duda o la incertidumbre de la arepa o el pan.