Predecir el futuro es una utopía que se remonta a los orígenes de la humanidad. Desde las pitonisas de la antigua Grecia, todo tipo de personajes lo han intentado de distintas maneras a lo largo de la historia y a través de diferentes culturas. La ciencia moderna sabe que es imposible, pero en los más variados campos se inventaron métodos para hacer pronósticos acerca de lo que puede suceder, basados en la información disponible en el presente.
Las predicciones son especialmente difíciles en política, porque el comportamiento humano tiene siempre altas dosis de incertidumbre. Ya hay demasiados ejemplos de la escasa capacidad anticipatoria de las encuestas, que son el instrumento más difundido en los medios de comunicación para prever el resultado de una elección. Existen modelos predictivos más sofisticados en ciencia política, pero con resultados mixtos.
Allan J. Lichtman no es un oráculo ni un politólogo. Es un historiador que se hizo célebre en Estados Unidos por su notable precisión para anticipar el futuro político. Desde 1973 es profesor de historia en la American University de Washington DC y en 1981 desarrolló un sistema que le permitió predecir exitosamente el ganador de todas las elecciones presidenciales desde 1984 hasta 2016.
La única excepción fueron los comicios del 2000, los más disputados de todos los tiempos. Al Gore recibió más votos que George W. Bush —como él había predicho—, pero perdió en el Colegio Electoral luego de que dieran ganador al candidato republicano en Florida por una diferencia menor a mil sufragios, en una elección que terminó siendo judicializada.
Lichtman no creó su método solo. Lo hizo junto a Vladimir Keilis-Borok, un importante matemático y geólogo ruso que había ideado un sistema para pronosticar terremotos. Con esa misma lógica, diseñaron un mecanismo que no se basa en especulaciones ni en encuestas, sino en la historia. Bajo la premisa de que los ciudadanos conciben al voto como una forma de premiar o castigar al gobierno, estudiaron en profundidad todas las elecciones entre 1860 y 1980 para buscar qué variables se presentaban asociadas a triunfos oficialistas y cuáles a derrotas. Encontraron que había 13 especialmente significativas.
Lichtman publicó en 1996 The Keys To the White House (“Las claves para la Casa Blanca”; Lanham: Rowman & Littlefield), el libro en el que plasmó su teoría, que a esa altura ya había sumado varios aciertos. Aunque ninguno fue tan resonante como el de 2016. Cuando todas los sondeos y la gran mayoría de los analistas y pronosticadores vaticinaban una victoria de Hillary Clinton, Lichtman dijo que Donald Trump iba a ganar. El Presidente se lo agradeció.
“Estoy aquí sentado en mi estudio y tengo sobre mis hombros una nota escrita sobre una entrevista que me realizó The Washington Post en septiembre de 2016, cuando predije que Trump iba a ganar. Dice: ‘Profesor, felicitaciones. Buena decisión’. Y en letras grandes, con marcador, está firmada por Donald J. Trump. Reconoció mi predicción, pero no comprendió el significado profundo de las claves, que es que cuando eres el presidente, y no el contendiente, te juzgan por tus logros. Lo que cuenta es el gobierno”, dijo Lichtman en una entrevista con Infobae, en la que, además de pronosticar quién será el próximo presidente, analizó en profundidad la encrucijada política en la que se encuentran los Estados Unidos.
¿Donald Trump o Joe Biden? La predicción de Allan J. Lichtman
El sistema predictivo de Lichtman se basa en 13 proposiciones sobre el desempeño del gobierno y sobre los candidatos que compiten en las elecciones. Si 8 o más de las 13 son verdaderas, el pronóstico es que gana el presidente o el postulante de su partido. Si, en cambio, 6 o más son falsas, la predicción es una victoria opositora.
Así clasificó el historiador las 13 claves que pueden definir el resultado de las elecciones de 2020:
1) Mandato partidario: Tras las elecciones de medio término, el partido gobernante tiene más bancas en la Cámara de Representantes de las que tenía tras los anteriores comicios de mitad de período. Respuesta: FALSO
El Partido Republicano había ganado 247 de los 435 escaños de la Cámara de Representantes en los comicios legislativos de 2014. Pero, tras las parlamentarias de 2018, perdió la mayoría y se quedó con apenas 199, frente a 235 del Partido Demócrata. Es cierto que ganó escaños en el Senado, pero esta clave solo observa lo que sucede en la cámara baja.
2) Competencia: No hay una competencia seria para el candidato oficialista en las primarias partidarias. Respuesta: VERDADERO
Donald Trump obtuvo en las internas republicanas el 100% de los 2.550 delegados en juego y el 94% de los votos. Bill Weld salió segundo con apenas 2 por ciento.
3) Oficialismo: El candidato oficialista es el presidente en ejercicio. Respuesta: VERDADERO
4) Tercer partido: No hay ningún tercer partido o candidato independiente significativo. Respuesta: VERDADERO
Si bien hay partidos menores que se presentan, como en todas las elecciones, no hay ninguno que supere el 3% de intención de voto en ninguna encuesta.
5) Economía de corto plazo: La economía no está en recesión durante la campaña electoral. Respuesta: FALSO
El PIB estadounidense sufrió la peor caída de su historia en el segundo trimestre de 2020: se contrajo 31,7% anual. Todavía no concluyó el tercer trimestre, que abarca el comienzo de la campaña, pero el colapso fue tan grande que, más allá de que se registra un rebote, los números seguirán siendo negativos en comparación con 2019.
En todos sus discursos, Trump intenta de enfatizar que la crisis se terminó y que el país se está recuperando. De hecho, es cierto que el desempleo, que había subido hasta 14,7% en abril, bajó a 8,4% en agosto. Pero Lichtman no cree que sea suficiente para cambiar la interpretación de esta clave. Lo que importa es el número, que muestra una caída respecto del año pasado.
“Es lo mismo que dijo Herbert Hoover (presidente entre 1929 y 1933, cuando fue derrotado por Franklin D. Roosevelt) en medio de la Gran Depresión: ‘La prosperidad está a la vuelta de la esquina, la economía va a mejorar, dénme cuatro años más y las cosas serán maravillosas’. Yo no voy detrás de las claves ni intento psicoanalizar cómo pueden llegar a pensar los votantes. El punto es que tenemos una recesión en un año electoral y eso es lo que define a la clave”.
6) Economía de largo plazo: El crecimiento económico per cápita durante el mandato iguala o supera al promedio de los últimos dos mandatos presidenciales. Respuesta: FALSO
El Fondo Monetario Internacional proyecta que el PIB de los Estados Unidos se contraerá 5,9% en 2020. Si se confirmara ese número, Trump completaría su mandato con un incremento promedio de 0,4 por ciento. En sus ocho años de gobierno, Obama promedió un crecimiento anual de 1,6 por ciento. Trump trata de culpar a la pandemia, porque en sus primeros tres años la media fue superior a 2,5 por ciento. Pero el historiador está convencido de que no le va a servir.
“Eso también decía Hoover: ‘Es una depresión mundial, yo no la causé, no es mi culpa’. No importa. Cuando los votantes están sufriendo, están sufriendo. De hecho, Hoover dijo que cuando uno es presidente obtiene ‘el crédito por la luz del sol y la culpa por la lluvia’. Está lloviendo muy fuerte en Estados Unidos”.
7) Cambios en las políticas públicas: El Gobierno realizó importantes cambios en políticas públicas nacionales. Respuesta: VERDADERO
Que reconozca las transformaciones no significa que Lichtman esté de acuerdo con ellas. Lo relevante para la predicción es que se hayan producido. “El gobierno de Trump retrocedió el reloj en la protección del medio ambiente. Revirtió casi todas las regulaciones diseñadas para limitar la emisión de gases de efecto invernadero, que causan el cambio climático inducido por los seres humanos. Al mismo tiempo, promovió ferozmente a las industrias de combustibles fósiles, que son responsables de esta catástrofe. Es un crimen contra la humanidad. El cambio climático es una amenaza existencial, no tanto para la gente grande como yo, pero sí para los jóvenes. No es teórico, está aquí. Toda la Costa Oeste de Estados Unidos está ardiendo. Tenemos sequías, tormentas récord, tornados, ciudades inundadas aunque no llueva. Pero Trump dice ‘Ya va a refrescar, yo se más que 10.000 científicos alrededor del mundo’. Este es el aspecto más escalofriante de su presidencia”.
8) Conflicto social: No hubo una agitación social sostenida durante el mandato. Respuesta: FALSO
Desde que un grupo de policías mató a George Floyd, el 25 de mayo en Mineápolis, Minesota, Estados Unidos empezó a temblar por algunas de las protestas más masivas y disruptivas en mucho tiempo. “El disparador fue el horrible asesinato de un hombre afroamericano que estaba desarmado. Pero, obviamente, hay una combustión de largo plazo que fue catalizada por ese suceso. No es solo la tremenda desigualdad racial de las fuerzas del orden, sino la que hay en todos los planos. La riqueza promedio de los blancos es diez veces mayor que la de los afroamericanos. En todos los indicadores económicos hay una brecha enorme entre los blancos y los no blancos, ya sean afroamericanos o hispanos. Esto es lo que se activó con esta tragedia reciente”.
Para contrarrestar el debilitamiento de su imagen, Trump intenta presentarse como el presidente de “la ley y el orden” para seducir a los votantes inquietos ante el crecimiento de la conflictividad social. Pero el autor de White Protestant Nation (“La nación blanca protestante”; Grove Press, 2008) tampoco le ve futuro a este enfoque. “Trump cree que es como Richard Nixon en 1968, que en otro momento de agitación social compitió por la presidencia con una plataforma de ‘ley y orden’. Pero lo que no entiende es que Nixon era el contendiente, no el presidente. El argumento de Trump parece ser: ‘Si me eligen presidente voy a poner fin a todas estas cosas terribles que están pasando mientras soy presidente’. No es muy convincente”.
9) Escándalo: El Gobierno no fue salpicado por ningún escándalo importante. Respuesta: FALSO
“Al mismo tiempo que anticipé que iba a ganar las elecciones predije que le iban a hacer un impeachment. Por supuesto, fui muy atacado por eso, pero se probó que estaba en lo cierto. El peor escándalo que veo, que quizás pasa algo desapercibido, porque es más sutil que los otros, es la corrupción del sistema de gobierno estadounidense. Trump corrompió todo lo que tocó. El Departamento de Justicia se convirtió en un instrumento personal para exonerar a sus amigos y compinches, y castigar a sus enemigos. Corrompió el censo. Wilbur Ross, el secretario de Comercio —que tiene a su cargo la Oficina del Censo—, mintió para incluir una pregunta sobre la ciudadanía. Corrompió la Agencia de Protección Ambiental, lo que está destruyendo el medio ambiente. Corrompió el Departamento de Estado, usando a Rudy Giuliani como su operario personal de política exterior. Corrompió virtualmente cada aspecto de nuestro gobierno, y lo hizo mintiéndole al pueblo estadounidense todos los días, múltiples veces”.
10) Fracaso en política exterior: El Gobierno no sufrió ningún fracaso militar o diplomático significativo. Respuesta: VERDADERO
11) Éxito en política exterior: El Gobierno logró algún éxito militar o diplomático significativo. Respuesta: FALSO
Los hechos de política exterior que pueden hacer ganar o perder elecciones a los gobiernos son, por lo general, las guerras. Como durante su mandato los Estados Unidos no iniciaron ni pusieron fin a ninguna —al menos no de manera taxativa—, Lichtman concluye que no tuvo éxitos ni fracasos. El Departamento de Estado se apresuró a presentar ciertos triunfos en las últimas semanas, como el acercamiento entre Israel y algunos países árabes, pero no parece ser suficiente.
“Difícilmente sea algo que tenga efectos importantes. Casi nunca cuento a los tratados como logros en política exterior. El único que consideré desde que hago las predicciones es el monumental tratado de control de armas nucleares firmado en 1987 entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. No conté el tratado de paz entre Israel y Jordania de 1994, que fue mucho más importante que el actual. No conté el acuerdo nuclear con Irán de 2015. No conté los acuerdos de París sobre cambio climático, en 2016. Lo que creo es que Jared Kushner (yerno y asesor de Trump, que estuvo detrás de los recientes acuerdos) conoce las claves y eso tiene que ver con lo que está haciendo. Pero no califica. Es un tema que apenas tuvo repercusión en Estados Unidos, ha estado totalmente eclipsado por lo que está sucediendo con el clima y con el COVID-19”.
12) Carisma oficialista: El candidato oficialista es una figura carismática o un héroe nacional. Respuesta: FALSO
“Esta clave tiene un umbral muy elevado: para ganarla hay que ser una persona única en una generación, verdaderamente inspiradora, un candidato ampliamente atractivo. Del lado republicano, es lo que fue Ronald Reagan en los 80, porque consiguió el apoyo de muchos demócratas. Trump no califica. No lo consideré así cuando era opositor y no lo considero ahora que es oficialista. Su base está por debajo del 40%, y su base más fuerte, por debajo del 30 por ciento. Más del 60% de los estadounidenses no lo consideran honesto ni confiable. No les gusta. Y a su lado ni hay ningún demócrata pro Trump”.
13) Carisma opositor: El candidato opositor no es una figura carismática o un héroe nacional. Respuesta: VERDADERO
Resultado final: 6 claves verdaderas y 7 claves falsas.
“A fines de 2019, las cosas lucían muy bien para Donald Trump, aunque yo aún no había dado mi veredicto final. Eran negativas 4 claves, 2 por debajo del umbral de 6: mandato partidario, escándalo, la ausencia de grandes éxitos de política exterior, y que no es carismático. Pero todo cambió en 2020, con la peor pandemia en 100 años y reclamos por justicia social y racial. Como resultado, perdió 3 claves más: la economía de corto plazo; la economía de largo plazo; y la clave del conflicto social, por toda la furia que hay a lo largo del país. Así que Trump pasó de 4 a 7 claves negativas, una más de las necesarias para predecir una derrota. Mi predicción final es que Trump será el primer presidente estadounidense en perder una reelección desde que Bill Clinton derrotó a George H. W. Bush en 1992”.
“Las democracias son frágiles”
—Sus 13 claves anticiparon correctamente todas las elecciones desde 1984, con la única excepción de las del 2000. Sin embargo, usted reconoció en 2016 que Trump podía ser un punto de inflexión en la historia estadounidense, y la pandemia de coronavirus podría ser otro. ¿Por qué cree que su método mantiene validez y no necesita modificaciones en este contexto?
—No he cambiado mis claves y esta es la razón: son un sistema robusto. Se remontan hasta 1860, cuando Abraham Lincoln fue electo, en la era de los carruajes en política, cuando las mujeres no podían votar, cuando la mayoría de los afroamericanos no podía votar. Obviamente, no había autos, aviones, encuestas ni computadoras. Desde que predije que Ronald Reagan iba a ganar en abril de 1982, casi tres años antes de las elecciones, en medio de lo que era entonces la Gran Recesión, las claves han soportado enormes cambios en nuestra sociedad, nuestra economía y nuestra política. Por eso, probablemente no las voy a cambiar. Cada cuatro años, alguien me dice que necesito hacerlo. “Se postula un afroamericano, eso nunca pasó”; “se postula una mujer, algo que nunca pasó”; “tenemos redes sociales, antes no había”; “tenemos un presidente muy singular, nunca pasó eso”. Pero las claves son robustas, cubren unos 150 años de nuestra historia.
—Uno de los aspectos más provocativos de su teoría es que asume que las campañas políticas no tienen ninguna influencia sobre el resultado de las elecciones. Entonces, ¿por qué los candidatos invierten cada vez más tiempo y dinero en ellas?
—La razón por la que las campañas no importan es que las elecciones presidenciales estadounidenses son esencialmente votos afirmativos o negativos sobre el desempeño del partido que ocupa la Casa Blanca. En otras palabras, lo que cuenta es el gobierno. Es por eso que las claves ofrecen un panorama amplio de la fortaleza y del trabajo presidencial. ¿Por qué no lo entienden los candidatos, los medios y los comentaristas? En 1961, el gran presidente republicano saliente, Dwight D. Eisenhower, advirtió sobre el complejo militar-industrial. Hoy tenemos un complejo político-industrial. No critico a nadie personalmente, es algo estructural. Por un lado, tenemos a los consultores, los publicistas, los encuestadores, los informáticos, que hacen grandes cantidades de dinero a partir de la premisa de que lo que importa es lo que se hace en la campaña. Por otro lado, tenemos a los medios, que ganan grandes sumas de dinero cubriendo lo que sucede en la campaña, día a día. No los critico, muchos son amigos míos, es estructural. Después, tenemos a los candidatos, que tienen miedo de oponerse a los encuestadores, a los consultores a los informáticos y a los medios. He venido pugnando por la ruptura de este triángulo desde hace 40 años, pero no he tenido éxito. Si lo hubiéramos hecho, tendríamos un tipo muy diferente de campaña.
—Algunos politólogos cuestionan su sistema porque dicen que algunas de las claves son subjetivas. Por ejemplo, si un candidato es carismático o no. ¿Qué responde a esa crítica?
—No es algo nuevo, durante 40 años he sido criticado por el supuesto pecado de la subjetividad y mi respuesta es siempre la misma. Primero, no estamos hablando de subjetividad, sino de juicios. Los historiadores hacen juicios todo el tiempo sobre el pasado. No se pueden borrar los juicios cuando se lidia con un sistema humano como una elección. Pero no son juicios azarosos. Cada clave está cuidadosamente definida con gran detalle y cualquier respuesta actual tiene que ser consistente con 150 años de respuestas. Pero, debo decir, luego de haber sido condenado por esto, entre 15 y 20 años más tarde, el mundo de los profesionales de los pronósticos se dio vuelta repentinamente. Se dieron cuenta de que no se puede reducir el comportamiento humano a una ecuación matemática, sino que hay que tener buen juicio, y un buen sistema de pronóstico combina juicio con claves matemáticas. Así que de un día para el otro, las claves se convirtieron en lo más caliente. Dos veces realicé el discurso inaugural de la Cumbre Internacional de Pronósticos.
—¿Cuán confiado está en su pronóstico sobre el resultado de las próximas elecciones? ¿Hay alguna de las claves sobre la que tenga dudas?
—Estoy seguro de mi predicción, pero hay dos cosas que me mantienen despierto por la noche, que están más allá del ámbito de mi vaticinio, de las encuestas y de cualquier pronóstico. Una es la supresión de votantes. La base republicana está compuesta por tipos blancos como yo, que son la parte del electorado que se está achicando. No es posible fabricar más tipos blancos, pero sí se puede tratar de suprimir el voto de la creciente base demócrata, compuesta por minorías y por jóvenes. Hemos visto a Donald Trump, al fiscal general William Barr y al Director del Servicio Postal, Louis DeJoy, haciendo todo lo que está en su poder para que votar sea lo más difícil posible para las minorías y para los jóvenes. Cualquier predicción depende de que la elección sea libre y justa. Eso me preocupa. Lo otro que me inquieta es la intervención rusa. El director del FBI, Christopher A. Wray, dijo hoy que los rusos regresaron. Una vez más, apoyan a Donald Trump. Esas dos cosas realmente me mantienen despierto por la noche. No tanto porque puedan falsar mi predicción, sino porque amenazan el futuro de la democracia estadounidense. Las democracias son frágiles y no nos damos cuenta de eso.
—Supongamos que su predicción resulta equivocada y Trump es reelecto. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias para el país?
—Tengo mucha fe en el pueblo estadounidense, pero también entiendo lo frágil que es la democracia. Quisiera hablar un poco de la relación entre Trump y el fiscal general William Barr. Todos creen que Barr es su marioneta, pero es exactamente al revés. Barr es mucho más inteligente y está usando a Trump para impulsar su propia visión de una teocracia autoritaria en Estados Unidos. No lo hace en secreto. En dos discursos habló sobre la necesidad de que la nación se guíe por lo que él considera que son los valores cristianos y de que haya un presidente fuerte y autocrático. Así que si tenemos cuatro años más de Trump vamos a tenerlo también a Barr. Juntos, van a ser una amenaza inmediata y existencial a nuestra democracia. Si sobrevivirá o no es una pregunta abierta. Pero no hay que olvidarse nunca de William Barr. Es el verdadero cerebro.