Una anomalía climática, que sucede una vez cada cien años, coincidió con el período en que tuvo lugar la Primera Guerra Mundial (1914-1918), incrementando sustancialmente la cantidad, ya de por sí elevada, de bajas entre todos los bandos del conflicto en el que perdieron la vida cerca de 8,5 millones de soldados, sugiere un estudio.
El trabajo, publicado este mes por la American Geophysical Union (AGU), utilizó en calidad de evidencia muestras de hielo recogidas de los glaciares alpinos, los cuales conservan en su interior rastros de los sistemas atmosféricos.
Los autores de la publicación aseguran haber identificado un sistema meteorológico que provocó intensas lluvias acompañadas de vientos helados que se registraron en las zonas de conflicto en el continente europeo.
Los científicos sostienen que el período en que este fenómeno sucedió con mayor intensidad coincide o precede inmediatamente a las batallas más mortíferas.
Y añaden que la anomalía se prolongó incluso hasta finales de 1919, contribuyendo a la propagación de la pandemia de la gripe española, responsable de 3 millones de muertes en Europa y 100 millones a nivel global. Los investigadores sospechan que el frío alteró los patrones de migración del ánade real, un ave que sirve de reservorio natural que habría ayudado a propagar el virus.
Las insólitas precipitaciones inundaron las trincheras y los cráteres de las bombas, provocando de esta manera trampas mortales conocidas como ‘tumbas líquidas’ que se tragaron desde vehículos militares hasta tropas y caballos.
El estudio concluye que la fatídica anomalía surgió como resultado de un sistema de baja presión que permaneció durante todos esos años en la región de Islandia, alterando la circulación atmosférica. Y como consecuencia, trajo hacia Europa humedad desde el Atlántico y aire frío desde el Ártico.