Por eso, la muerte de mi amiga Berenice, la Bicha, me afecta doblemente. Se va uno de los venezolanos ejemplares, mientras sobrevive tanto canalla. Que Dios te tenga en su gloria, bien amada Berenice. Te llevaremos en nuestros corazones.
Por Antonio Sánchez García | @sangarccs
Ha muerto nuestra querida y bien amada amiga y compañera Berenice Gómez, la Bicha, como todos la conociéramos. Una venezolana integral, de corazón inmenso. Apasionada, justa, empeñada en todas las causas honorables capaces de conmoverle ese apasionado corazón que llevaba en su frágil pecho.
La conocí en estos vaivenes de encuentros y desencuentros periodísticos, de búsquedas y pérdidas en que nos hemos enmarañado los venezolanos en estos últimos veinte años. Y respondí a su invitación de participar en su popular programa de RCR 750 am, cada vez que me lo solicitó. Fuera personalmente o por teléfono. Era una de las más profundas conocedoras de honras y deshonras nacionales. Un peso que llevaba a cuestas, a pesar del sacrificio que suponía, por su gran sentido de su responsabilidad como comunicadora.
Me encantaba salir de mi casa en Oripoto, atravesar Caracas, llegar a la Plaza Madariaga y enrumbarme por la Avda. Principal de El Paraíso hasta llegar a la sede de la emisora, enfrente del Pedagógico. Siempre acogido con afecto y bienvenida por Jaime Nestárez, su gerente, y el equipo de producción que acompañaba a la Bicha. A veces en compañía de Eréndira, su hermana. Para llevarla hasta su casa al finalizar el programa. Aprendí a quererla como a un familiar. Era delicada, afectuosa, corajuda y empeñosa. Sobreviviendo con grandes dificultades materiales en este pantano de inmoralidad y concupiscencia en que el chavismo ha convertido a un país que un día fuera grande y poderoso.
Y amaba a su Patria. Tanto, que a poco de conocerla supe apreciarla como una de las venezolanas más honorables, informadas y conscientes de la inconmensurable profundidad y extensión de la irreparable crisis existencial que estábamos viviendo. Una consciencia que la habrá afectado muy en lo hondo, a ella, que le conocía arte y milagros a quienes trapichean con la política, son los buhoneros de la vida pública venezolana y no trepidan en participar en la compraventa de la moralidad mediática.
En un momento de debilidad y confianza creyó posible enfrentarse a los demonios compitiendo por un puesto en la Asamblea Nacional. Que lo merecía más que nadie, deseando saltar al ruedo de la pugna con la verdad de la vida o la muerte. Enfrentándose nada más y nada menos que a los principales partidos de una oposición inmoral y desalmada. Creyó posible confirmar su popularidad mediática con el respaldo ciudadano. Y combatir a los dragones a las puertas de sus palacios.
En el fracaso de su intento habrá podido medir de cerca la profundidad del mal, la perversión y decadencia del colectivo, la monstruosa irresponsabilidad pública que nos ha convertido en uno de los países más despreciables del planeta. Gobernado – si cabe el término – por el más notable y notorio criminal de lesa humanidad que sobrevive al nazismo, al comunismo y al castrismo. Comparto por eso y plenamente la vergüenza que algunos de los mejores venezolanos comienzan a sentir de saberse tales. También yo me avergüenzo de haber dado el paso más importante y trascendental de mi vida: haber asumido racional y conscientemente la nacionalidad venezolana. La misma de esa gavilla de criminales de lesa humanidad que han arrastrado a la izquierda socialista por el fango prostibulario de una narco tiranía.
Por eso, la muerte de mi amiga Berenice, la Bicha, me afecta doblemente. Se va uno de los venezolanos ejemplares, mientras sobrevive tanto canalla. Que Dios te tenga en su gloria, bien amada Berenice. Te llevaremos en nuestros corazones.