Las protestas de los últimos días en Yaracuy, Barinas y otros estados que reclaman electricidad, gas, comida, agua, y gasolina se está extendiendo sin encontrar otra respuesta que la represión, la gente sale a la calle con el estómago y la nevera vacía, ya no es la desaparecida clase media que salió muchas veces a defender principios democráticos perdiendo vidas valiosas de jóvenes en las protestas, ahora son venezolanos de a pie con franela roja los que reclaman la parte de la riqueza que les ofrecieron, porque los engañaron con el cuento que Venezuela es un país rico y el socialismo bolivariano tiene la tarea revolucionaria de repartir equitativamente el botín que Chávez y los enchufados expropiaron en tierras, fábricas, bancos, empresas grandes y pequeñas de “los explotadores capitalistas” que eran fuentes de trabajo hasta que llegó la revolución y como en la canción cubana de Carlos Puebla, “ se acabó la diversión, llegó el comandante y mando a parar”. Lo que ha ocurrido en estos 20 años es una autentica tragedia, generaciones de venezolanos humildes dedicados al trabajo convertidos en zánganos de la renta petrolera a través de bonos, becas, misiones y motores que nunca arrancaron ni arrancarán porque regalado se murió y ya no hay billete para repartir.
El populismo no es nuevo en Venezuela, es parte de la perversión del modelo rentista petrolero, pero el fracaso de estos 20 años es tan descomunal que no queda nada sano que salvar. El próximo gobierno tiene que proponerse no sólo el rescate de las libertades democráticas, está obligado a hablarle claro al país, reeducar al venezolano en la cultura del trabajo, borrarle para siempre de la mente que el estado lo va a mantener, tenemos que orientar y propiciar con reglas claras la inversión privada en todo lo que el estado socialista ha intervenido para desmontar, saquear, en la operación más abominable que haya sufrido país alguno en el planeta, sin estar en estado de guerra con otra nación.
Venezuela requiere de ayuda humanitaria ¡ya! Y hay que buscar quien la pueda brindar porque se trata de salvar vidas, pero no se puede cambiar la bolsa CLAP por algo similar, porque no estaríamos haciendo nada y tarde o temprano veríamos venezolanos en las calles detrás de un nuevo encantador de voluntades que los enamore ofreciéndoles el cielo en la tierra. Unicef alerta que con la pandemia se corre el riesgo que cada semana 10.000 niños mueran por hambre en el mundo, en Venezuela está sobreviviendo una generación de infantes que casi no conoce la leche, hay desnutrición severa de niños y adultos, la ayuda humanitaria tiene que ser una prioridad pero sin demagogia y lo que es más importante con total transparencia, esa es la diferencia que el país y la comunidad internacional que apoya la transición exige del liderazgo político opositor, que tiene que entender y leer bien la protesta y más aún conectarla con la política del cambio.
Los venezolanos no podemos salir del populismo autoritario de Chávez y Maduro para regresar al populismo democrático del pasado porque estaríamos condenados como Sísifo a empujar la piedra cuesta arriba para verla bajar de nuevo la colina. Ese es el mayor reto que tenemos como colectivo país.