Dos familias se llevaron el bebé equivocado del hospital y lo criaron como suyo por cuatro años (+Reencuentro)

Dos familias se llevaron el bebé equivocado del hospital y lo criaron como suyo por cuatro años (+Reencuentro)

En un hospital de Barranquilla (Colombia) confundieron dos niñas que entregaron a familias intercambiadas. Pasaron cuatro largos años para que uno de los padres se percatara de lo sucedido y emprendiera una cruzada para encontrar a su hija biológica. (Shutterstock)

 

Imagina por un momento que un día descubres que la hija que llevas criando por cuatro años, por la que has provisto, amado y protegido, no es en realidad tu hija biológica, y que esta situación a todas luces insólita se debe a un error del hospital donde nació.

Por Jorge Cantillo | Infobae





Este ha sido el drama que han vivido dos familias de la costa Caribe colombiana, una radicada en Santo Tomás (Atlántico) y otra en Chimichangua (Cesar) quienes por un deseo fortuito del destino terminaron conectadas para siempre por dos niñas intercambiadas al nacer.

La historia se remonta a mediados de 2015 cuando José Gregorio Hernández, un comerciante de entonces 31 años, se enteró de que iba a tener una hija por fuera de su matrimonio.

Hernández, padre de tres pequeñas con su compañera de vida, recibió la noticia de que Noris, una joven con la que había tenido una relación sentimental, estaba embarazada. Él, oriundo de Santo Tomás Atlántico, cuenta que desde el primer momento quiso responder por su hija y darle su apellido.

El parto sucedió el 21 de marzo del 2016, en la E.S.E Hospital Niño Jesús de la ciudad de Barranquilla, la capital del departamento, aproximadamente a las 2:50 de la tarde y aunque la noticia la recibió con emoción desde que vio por primera vez a la niña sintió dentro de él que algo no estaba bien.

“En el día del parto a mí me avisaron pero no pude asistir por cuestiones laborales. Es una noticia que se recibe con mucha motivación, y al principio todo estuvo bien, la registramos a mi nombre y en principio todo fue normal”, afirma Hernández en conversación con Infobae.

José Gregorio Hernández con la pequeña Salomé, cuando la criaba como si fuera su hija.

 

El padre, hoy con 35 años y al frente de un negocio propio que tiene en su natal Santo Tomás desde 2007 donde vende “todo lo que usted necesite en su solo lugar”, dice que la primera señal de alerta que tuvo fueron los pies de la recién nacida, pues no tenían un rasgo característico que comparten todas sus hijas, pero que por la emoción no le prestó mayor importancia.

Con el paso del tiempo, las dudas fueron en aumento. Mientras la niña crecía, José iba notando que cada vez menos se parecía a él, a la madre o alguien de su familia, por lo que en su interior se cultivó la idea de que esa no era su hija.

Sin embargo, nunca dejó de asumir su responsabilidad de padre y desarrolló una relación normal con la pequeña Salomé.

Las pequeañas Salomé y Saray jugando juntas.

 

El momento de la verdad para José llegaría en 2019 cuando un día de finales de mayo la idea de que Salomé no era su hija se volvió insoportable y decidió por fin ponerla a prueba. Tras convencer a su madre de que lo dejara llevar a la niña a Barranquilla para comprarle unos zapatos nuevos, José se fue a un laboratorio de la ciudad a practicarse juntos una prueba de ADN.

“Cuando recibo los resultados de que la niña era incompatible conmigo, al principio pienso que había sido un engaño, que me estaban viendo la cara”, afirma.

Confirmadas sus dudas fue a hablar con la mamá: “Yo quiero que tu me digas la verdad”, la confrontó; pero Noris le aseguró que ella no había estado con más nadie, que esa era su hija.

“El segundo paso es hacerte la prueba a tí con la niña -le dije- como quien dice, quien nada debe nada teme”, le relata a Infobae.

Los resultados de esa segunda prueba llegaron el 25 de junio de 2019, eran contundentes, Noris tenía un 99% de incompatibilidad con la pequeña Salomé: ella tampoco era su madre.

“Fue como un baldazo de agua fría, desde entonces solo pude pensar ¿dónde está mi hija?”, sentencia José.

La búsqueda

Decidido a encontrar a su hija biológica Hernández acudió al hospital, allí debía estar la respuesta. Con su documento de identidad y el de Noris interpuso un recurso para solicitarle a la institución el registro de todos los partos que habían tenido lugar entre el 20 y 22 de marzo de 2016, fueran natural o por cesárea, con la esperanza de allí se encontrara la pista que lo llevaría a dar con el paradero de su hija perdida.

La contestación llegó el 19 de septiembre de 2019, en la cual se mostraba que ese 21 de marzo de aquel 2016 junto con Salomé habían nacido otros siete bebés, cinco niñas y dos niños.

José se dio a la tarea de realizar su propia investigación, obstinado en encontrar a su verdadera hija, y pese a las peticiones de Noris que encariñada con la que habían criado en los pasados cuatro años y sin grandes esperanzas de lograr dar con su hija biológica le pedía que dejara morir el tema.

Pero él insistió, descartó los dos niños que nacieron ese día y se concentró en las niñas, en especial un parto que se registró a pocos minutos de diferencia al de Noris, la mujer en el registro se llamaba Ana Cecilia Cano.

José Hernández con Salomé, su hija de crianza y Saray, su hija biológica.

 

Para hallarla Jesús buscó por redes sociales, con la fortuna de que dio con su perfil de Facebook. Según cuenta, en su foto aparecía con una niña pequeña, de una edad similar a la que debía tener su hija biológica, las facciones de aquella niña coincidían con las suyas, por lo que se convenció de que esa era su hija.

“Apenas veo la foto digo, esta es mi hija, igualita”, anota.

De inmediato empezó a escribirle insistentemente, le mandaba mensajes privados en los que adjuntaba fotos de Salomé, le preguntaba si alguna vez había dudado de que su niña fuese en efecto suya y que estaba convencido de que había ocurrido un error en el hospital que intercambió a ambas pequeñas.

Pasaron más de 20 días para que Ana Cecilia respondiera, visiblemente incrédula e incluso temerosa de quien decía ser el padre de su niña. Fueron muchos los mensajes que intercambiaron, José dice que le envió decenas de fotos de Salomé y que poco a poco encontró receptividad en Ana, quien le encontraba parecido con su madre.

“Después de un tiempo de conversación nos pusimos de acuerdo para hacer una segunda prueba con la niña de ella”, afirma Hernández, quien además dijo que ofreció pagar todos los gastos del transporte de Ana Cecilia y su niña quienes viven en Chimichagua, un pequeño pueblo del Cesar.

Los resultados confirmaron lo que parecía insólito, la niña que tenía Ana Cecilia y que había bautizado con el nombre de Saray eran en efecto hija de José y Noris, y la que ellos tenían, Salomé, era la hija biológica de Ana.

“Esto ha sido un verdadero drama”, dice José, porque ambas madres se niegan a intercambiar las niñas pues llevan criándolas y queriéndolas como propias, él mismo afirma que está encariñado con Salomé, quien hasta hace poco creía que era su hija, pero quiere ser parte de la vida de Saray, su hija biológica y ayudar a criarla.

José dice que quisiera quedarse con las dos niñas y que está en un proceso legal para que le se reconozca la paternidad de Saray.

 

“Siento que he perdido años de disfrutarla, cuando están pequeños es cuando uno más disfruta a los hijos. De corazón quiero tener a mi niña biológica, no puedo pretender quedarme con las dos niñas porque hay otra familia que también la necesita. Pero sí quiero tener mi hija biológica y también mantenerme presente en la vida de la hija que he criado hasta ahora”, agrega.

En días recientes José tuvo en su casa de Santo Tomás a las dos niñas, que ya se conocieron y empezaron a aceptarse como hermanas, dice que su hija biológica también empieza a hacerse a la idea de que él es su verdadero padre y que ambas familias están en muy buenos términos.

Agrega que incluso habló hace meses con el padre biológico de la niña que él crió, quien ya no es pareja de Ana Cecilia y le ofreció la oportunidad de que la conociera a su hija, pero que no ha vuelto a saber de él.

“Yo lo que quiero es que esas niñas ahora tengan más amor, ahora tienen dos mamás y un papá que responderá por ambas”, dice.

Un hogar roto y la espera por una respuesta

Tal vez la peor parte de esta historia la vivió Ana Cecilia Cano. Infobae intentó conversar con ella, pero respondió que se sentía indispuesta y no quería hablar más de este tema. Sin embargo, permitió usar las declaraciones que le dio a un medio local.

El día en que Ana Cecilia se convirtió en madre tenía tan solo 22 años, su parto fue a las 4:20 de la tarde en el E.S.E Hospital Niño Jesús de Barranquilla, un día que cambiaría su vida para siempre.

En ese entonces ella tenía un compañero sentimental de nombre Stiven, quien recibió con regocijo a su nueva hija. Sin embargo, el tiempo comenzaría a despertar dudas sobre la paternidad de la menor ya que a medida que crecía su piel se iba oscureciendo y ambos padres son de tez clara.

Salomé, Saray y otra de las hijas de José Hernández, como hermanas.

 

“Él me decía cosas feas, que le había sido infiel, que esa no era su hija. Y yo para dejar tranquilo el tema me separé de él y las cosas quedaron así”, le contó Ana Cecilia al periodista Jesús Blanquicet de El Heraldo.

Lo peor vino en septiembre del año pasado cuando José empezó a enviarle mensajes por Facebook. Su insistencia la asustó, creyó que quería secuestrar a su hija, se sintió intimidada y acosada, pero poco a poco empezó a prestarle atención a sus mensajes y aceptó hablar con él. Lo que le dijo la dejó sin palabras, pero al final aceptó realizarse la prueba de ADN.

Para Ana Cecilia la historia se reduce a que Saray es su hija, a quien ama con su vida, pero ha aceptado que José y su familia hagan presencia en su vida, por lo que dejó que este pasara un tiempo con la niña en Santo Tomás.

Este caso también tiene su parte legal, pues José Hernández está buscando que se le reconozca la paternidad legal de su hija biológica y en paralelo hay un proceso de conciliación con el Hospital Niño Jesús, que si bien emitió un comunicado afirmando estar dispuesto a aclarar lo sucedido todavía no ha dado luces sobre el tema.

Saray y Salomé, crecieron en familias distintas pues fueron intercambiadas al nacer, pero ese error las unió por siempre.

 

Aún sin saber cómo se produjo el intercambio, lo claro es que la historia de estas dos familias quedó entrelazada para siempre, y que lo que le depare al futuro a las pequeñas Salomé y Saray ahora podrán enfrentarlo juntas, como hermanas, quizá no de sangre, pero sí de vida.