Me formé en una universidad pública donde la protesta era recurrente, más por reivindicaciones estudiantes, que por problemas socioeconómicos como en la actualidad. Hubo abusos de la represión pero hubo también abusos de quienes iban más allá de la protesta, moviéndose en el terreno del más burdo vandalismo, moviéndose en terrenos ideológicos cercanos a la izquierda y a la ultra izquierda, algunos rememorando las luchas guerrilleras de los años 60. Éstos, no por casualidad, hoy ejercen el poder.
Aquellos eran actos de inconformidad muchas veces pacíficos, otras un poco más elevados, alguno que otro caucho, o algún enfrentamiento con las policías regionales frente a nuestras casas de estudio, por el tema de autonomía universitaria, que rara vez se violaba y si pasaba, era repudiado por la comunidad. En la mayoría de las oportunidades no generaba prisiones, ni torturas, ni persecuciones y, mucho menos, chantajes; pero sí bastante gas y perdigones. Mal que bien, había una constitución, leyes, Fiscalía, medios libres de comunicación y, lo más importante, teníamos un país.
Hoy, todo ha cambiado. Nadie puede ni siquiera manifestar su descontento. Ya las protestas no son generadas por los estudiantes, sino por el pueblo que ha padecido, y padece a diario, los desmanes de un modelo político que engañó a toda una población al ofrecerles un falso cambio y fingir estar de su lado para llevarlos a la más cruda pobreza y descomposición social. Objetivo que ha logrado al destruir cualquier servicio básico que necesita un ser humano para un mejor vivir. Esta situación, ya insostenible, ha generado un mar de protestas en todos los rincones de nuestro país. La respuesta del régimen ha sido caerle encima a cualquiera que tenga la osadía de nombrarlo, con sus fuerzas militares, policiales y sus colectivos. Por ello, la protesta, hoy, tiene otra significación y alcance.
Luis Salamanca lo refería en un libro que dedicó a las movilizaciones de 1936, frente a López Contreras. Libro de gran vigencia, porque la protesta se convierte en un fenómeno espontáneo, natural, masivo, profundamente social que ha de politizarse, pero nunca partidizarse: es más, resulta incompatible con la manipulación de los partidos del momento. Y, agreguemos, es programática a juicio del reconocido politólogo, porque expresa un mundo de sucesos y de convicciones.
Esto es lo que está ocurriendo ahora mismo en Venezuela. La espontaneidad de las protestas va más allá del tema político: es un descontento social, es el padecer diario, de un ciudadano, por lo más básico de la supervivencia. Surgen de manera espontánea al entender que la solución está de la mano de un cambio radical de la política que hoy ejerce un pequeño grupo, incluyendo al lado opositor que en casi 20 años no lo ha logrado. Estas manifestaciones son lideradas por la mayoría de los venezolanos descontentos que estamos en desacuerdo con lo que está ocurriendo. Es la voz de la mayoría que representa una Venezuela que existe, persiste y resiste a la espera pero activa.
@freddyamarcano