Los padres de Jennyfer Pan, una canadiense de orígenes asiáticos, creyeron que su férrea disciplina había dado como frutos una hija perfecta. Pero la presión por ser siempre la mejor, la dejó presa de un mundo de mentiras que terminó desmoronándose y haciéndola planear, al verse descubierta, la muerte de sus propios progenitores.
Por infobae.com
Para llevar a cabo su cometido, el cual planeó hace ya 10 años, contrató a sicarios a los que pagó 10 mil dólares e hizo que fingieran un supuesto robo, cuyo objetivo verdadero era terminar con la vida de su madre Bich Ha y su padre Huei Hann Pan.
La historia que terminó un tribunal de justicia sentenciando a Pan a cadena perpetua por el asesinato de sus padres comenzó desde muy joven, en su época de colegio, cuando la joven empezó a construir una fachada de mentiras sobre sí misma y es contada en el blog de la abogada y criminalista Diani Hendrix.
Como muchos padres controladores, Bich Ha Pan y Huei Hann Pan nunca dejaron a su hija decidir qué hacer con su tiempo, ni socializar con quien quisiera. Su rutina consistía en dejarla en la escuela por las mañanas y recogerla cuando terminaba su día. Nada podía hacer la joven sin que ellos lo supieran, mucho menos tener amigos, hablar con niños pues podrían distraerla de sus estudios o asistir a los eventos sociales de su escuela como bailes y fiestas.
Aún así, a medida que fue creciendo Jennifer se hizo experta en falsificar reportes de materias, todas con puntuación perfecta, menciones de honor e incluso el título de bachiller, porque en realidad nunca pasó de ser una estudiante mediocre y terminó desertando del colegio.
En la universidad vino lo peor, ella conoció un chico llamado Daniel Wong con el que comenzó una relación sentimental totalmente escondidas de sus padres. A ellos les dijo que estaba estudiando en la Universidad de Ryerson, mostrándoles una carta de admisión falsa, y que se había mudado con una amiga.
Por mucho tiempo mantuvo la mentira de que estaba estudiando para ser farmacóloga, tal cual querían sus padres. Después de los supuestos dos años en Ryerson aumentó sus apuestas y dijo que se trasladaría a otra universidad de Canadá. Compró libros de texto, vio documentales para parecer informada en su supuesta área de estudio y convenció a sus padres de que con subvenciones y becas que había ganado ya no necesitaba que pagaran más por su educación.
Realmente vivía con Daniel, su novio, y trabajaba como mesera en un restaurante y daba clases de piano. Pero en su interior se cultivaba un creciente rencor hacia sus padres y las constantes mentiras la agobiaron al punto de creer que matarlos sería su única salida.
Medidas desesperadas
Después de “graduarse” de la universidad, otra mentira que reforzó con una artimaña para evitar que sus padres fueran a la ceremonia de graduación, la vida de Jennifer se complicó aún más.
Al principio logró convencerlos de que había tomado un trabajo en un hospital, el cual tenía largos horarios que se extendían hasta altas horas de la noche y los fines de semana por lo que era mejor seguir viviendo con su amiga de la universidad, con la que realmente nunca compartió apartamento, pero llegado este punto para sus padres era claro que algo no estaba bien.
En 2010 sucedieron una serie de eventos que desencadenaron el desenlace fatal. Un día su padre la obligó a que lo dejara llevarla al hospital donde supuestamente trabajaba. Ella entró corriendo con la esperanza de que eso sería suficiente para su padre y que este se iría, pero él decidió seguirla y no encontró registro de que ella trabajara allí.
Luego llamó a su supuesta compañera de cuarto, solo para enterarse que hacía años no hablaba con Jennifer. La forzaron a confesar y ella les contó todo: que no se había graduado de secundaría ni asistido a las universidades de Ryerson o Toronto y que había estado viviendo con su novio todo ese tiempo.
Molesto, obligó a su hija a regresar a la casa, renunciar a su verdadero trabajo en el restaurante y dejar a Daniel, su novio. Pese a que ya era una adulta -tenía 24 años- le quitó su celular, su computador portátil, e incluso, instaló un GPS en su automóvil para controlar su movilidad.
Todo esto ocurrió en 2010, el año en que Jennifer decidió matar a sus padres.
Un plan que salió mal
El impulso final vino tras reencontrase con un viejo amigo llamado Andrew, quién vivía una situación similar y también estaba decidido a matar a su padre; él le presentó a la joven a alguien que conocía y entre los tres idearon un plan para asesinar al padre de Jennifer en el parqueadero de su trabajo.
Con ese fin la joven pagó a su amigo $1.500 dólares, pero este terminó huyendo con el dinero dejándola aún más desesperada.
Pasado un tiempo Daniel volvió a su vida, pero ella ya estaba convencida de que con sus padres vivos nunca iba a poder estar tranquila con él. Juntos fraguaron un plan que incluía contratar un sicario para que hiciera el trabajo.
La idea era fingir un atraco en el que murieran Bich Ha y Huei Hann Pan, la conexión la consiguió Daniel y el pago fue de $10.000 dólares.
El 8 de noviembre de 2010 ocurrieron los hechos. Jennifer abrió la puerta de su casa cuando sus padres ya se iban a dormir, hacia las 10:02 de la noche. Hizo la señal convenida, encender y apagar la luz del estudio. Unos minutos más tarde, le envió un mensaje a David, uno de los tres sicarios contratados para que procediera.
Los supuestos ladrones entraron y sacaron de su dormitorio a los padres y a Jennifer, a quien ‘obligaron’ a darle todo el dinero que su familia tenía en la casa y cuando lo hizo la devolvieron al piso de arriba dejándola atada de manos y piernas con un cordón de zapatos.
Después, dispararon a los padres de la joven en la cabeza. La madre murió de inmediato, no pasó lo mismo con el padre, que sobrevivió, logró salir de la casa y recibir ayuda de un vecino quien llamó a una ambulancia que lo trasladó al hospital, donde lo pusieron en coma inducido.
Por su parte Jennifer llamó al 911 y reportó los disparos. Al llegar, la policía se percató de que había algo extraño en el robo, pues no se llevaron otras posesiones de valor, como el lujoso automóvil que tenían en el garaje. Además, el hecho de que entraran por la puerta principal también levantó sospechas.
La estocada final al fallido plan fue el despertar de Huei Hann Pan, quien lo recordaba todo y dijo a la policía que su hija parecía conocer a los atracadores, y que realmente no estaba atada.
Al interrogar a Jennifer la policía logró que confesara parte de lo ocurrido. Dijo que había contratado a los sicarios pero no para asesinar a sus padres sino para escenificar su propia muerte, que estaba deprimida y cansada de vivir, pero que estos se habían equivocado. Desde ese momento las autoridades ordenaron su arresto.
En 2014 llegó la sentencia, en la cual se le dictó cadena perpetua a Jennifer, entonces de 28 años, a su novio Daniel Wong a los tres hombres que la ayudaron con su plan: Lenford Crawford, David Mylvaganam, Erick Carty. En 25 años, es decir, en el 2039, podría solicitar la libertad condicional, y volver a la calle vigilada, como vivió toda su vida.