Desde el inicio de cuarentena, el teletrabajo se instaló como el método más óptimo en el mundo para que las personas siguieran laborando sin exponerse al COVID-19. En Venezuela, donde rige una cuarentena desde el mes de marzo, este mecanismo no ha sido exitoso, dado las constantes fallas eléctricas y la conexión inestable en el servicio de internet.
Por Fabiana Rondón / voanoticias.com
En el caso de la electricidad, solo entre enero y julio de 2020, se han registrado 48.659 apagones en todo el país, según datos revelados por la presidenta del Comité de Afectados por los Apagones, Aixa López, quien agregó que el número de incidencias incrementó 13% con respecto al 2019. Los estados que han tenido mayor recurrencia son: Portuguesa, Apure, Mérida, Zulia y Táchira.
Mientras que la velocidad de banda ancha móvil de Venezuela ocupa el puesto 139, a nivel mundial, por encima solo de países como Afganistán y Palestina, esto de acuerdo a un estudio reciente de Speedtest Global Index, un portal que mide la velocidad de internet.
Ante esta situación, muchos venezolanos han tenido que tomar medidas drásticas, como comprar equipos extras y adquirir servicios más costosos. Sin embargo, las fallas no dan tregua y han convertido la opción del teletrabajo en un verdadero reto.
La Voz de América conversó con William Peña, consultor en telecomunicaciones, sobre este tema. El especialista explica que el mayor problema que existe para cumplir con el teletrabajo en Venezuela tiene relación con la conectividad a internet, ya que existe una gran deficiencia de infraestructura en el servicio de telecomunicaciones, un problema que no permite que las empresas operadoras de servicio puedan dar mayor capacidad de conectividad de la poca que ofrecen en la actualidad, lo que impacta en la posibilidad de trabajar desde casa o desde cualquier otro lugar.
El especialista asegura que esta situación se debe a que las empresas, hace un par de años, redujeron el ancho de banda internacional porque no tenían cómo pagarlo. “Esta banda se redujo a la mitad, es por esto que la capacidad de conexión que se tenía en los hogares ha disminuido. Empresas que brindaban 5GB mensuales, han bajado a 2.5 GB, lo que implica que al pasar a dicha cantidad debe haber un recargo, lo que muchas familias venezolanas no pueden costear”, explica.
Peña afirma que las telecomunicaciones están colapsadas, desde hace unos 5 o 6 años en el país. A su juicio, la migración de cinco millones de venezolanos es lo que ha impedido que no colapsen por completo.
El principal operador de internet es Cantv, que tiene aproximadamente 2,2 millones de clientes, pero solo 500.000 venezolanos pueden disfrutar de él y con inestabilidad, el resto de los usuarios está sin servicio de internet en casa, añade Peña. Solo 40,5% de los hogares en Venezuela tiene conexión a Internet, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos. A esto se suman las fallas eléctricas que se reportan a diario en 90% del país y que en un 4% implican apagones de varios días.
“Cuando se habla de una conexión de 8,9 o 10 MB, en cualquier operador, son conexiones pobres, conexiones que no pueden ser comparadas con las de ningún país, la conexión promedio más baja pudiera ser 40MB, la cual no tenemos ni tendremos al menos por ahora”, dice Peña.
Agrega que la inestabilidad tiene que ver con un tema de infraestructura y del incremento del consumo que se ha generado durante los últimos meses. “Desde marzo, la conectividad migró de las oficinas a las casas, a esto se le sumaron las clases online, pero lo más grave de todo es que no existe una política por parte del Estado para mejorar el servicio de internet” , dijo el experto a la VOA.
“Es una situación que te agota psicológicamente”
Manuel Ramírez es redactor de un medio de comunicación venezolano. Cuenta que, desde la llegada de la pandemia, en el mes de marzo, tuvo que comenzar a trabajar de manera remota, modalidad que describe complicada ya que debe ajustar su horario laboral a las circunstancias que se le presenten a diario, como ir al supermercado o a la farmacia.
A esta nueva modalidad a la que se ha tenido que ajustar Ramírez se le suman los problemas de agua que vive la ciudad capital, pero lo que más complica su día a día son la falta de de luz e internet con las que a diario debe lidiar, fallas que pueden durar de 3 a 4 horas que lo perturban y hacen que viva en constante preocupación, según asegura, pues pone en riesgo a diario la permanencia en su puesto de trabajo.
“Vivo constantemente apagones, en estos últimos meses las fallas y cortes de luz son casi a diario, hace una semana duré más de 25 horas ininterrumpidas sin el servicio eléctrico, lo que hizo que perdiera todo el día del trabajo, el apagón fue tal que dejé de tener servicio de internet por completo”, explica a la VOA.
Su conexión a internet suele ser inestable, días que parece inexistente, por lo que debe optar por los megabyte MB de su teléfono celular para tratar de mantenerse comunicado y hacer el mayor esfuerzo por no perder un día de trabajo.
La empresa donde labora, lo apoya en la recarga de saldo, lo que se convierte en una gran ayuda para Ramírez. “La situación económica también es bastante fuerte, de no ser por el beneficio de las recargas realmente tendría un servicio de internet completamente nulo, pues las tarifas son altísimas” comenta, Ramírez.
Por responsabilidad y obligación, le toca mantener esta modalidad de trabajo la mayor cantidad de tiempo posible. Asegura que esta modalidad solo funciona para algunas personas, para Ramirez es realmente agotador y poco beneficioso, la deficiencia de la luz y del internet hacen que esta modalidad no sea factible.
“Son muchos factores que se van acumulando y evidentemente, al estar en cuarentena, es más complicado porque en otro momento se podría solucionar en casa de un familiar, o de un vecino pero por temas de transporte, de efectivo para trasladarse y la posibilidad de contagio tornan la situación imposible de resolver, esto es algo que te agota psicológicamente ”, afirma.
Ramírez comenta la posibilidad de invertir en un internet con el que pueda tener un mejor servicio para continuar de manera eficiente su teletrabajo, pero no tiene la garantía que, al irse la luz, este siga funcionando de manera óptima, así que sigue sorteando la situación con los recursos que tiene.
“Mi internet equivale al 40% de mi ingreso”
María Angarita vive en el este de la capital venezolana, es editora de video en una empresa de publicidad, cuenta en entrevista a VOA Noticias lo difícil que es mantener de manera eficiente su empleo a distancia.
A pesar de no afectarle de manera directa las fallas de luz que se presentan a diario en el país, si sus compañeros no tienen el servicio eléctrico esto sí le afecta: “Si mis compañeros no tienen luz, no puedo recibir feedback; ni de ellos ni de mi jefe y tampoco entregarle el trabajo final a los clientes, si uno solo presenta fallas esto retrasa el proceso para todos”, cuenta Angarita.
El servicio de internet con el que contaba en su hogar estuvo funcionando de manera regular, durante los primeros meses de su nueva modalidad de trabajo a distancia. Hace aproximadamente dos meses, hicieron unas modificaciones de cableado en todo su edificio por lo que de manera repentina perdió por completo la señal de internet. A pesar de los reclamos hechos a la empresa, no se obtuvo respuesta por parte de los mismos.
La empresa le dio el beneficio de ir hasta su oficina y poder hacer los trabajos desde ahí, pero Angarita se negó, pues teme contagiarse y poner en riesgo a su familia al salir de casa. “Me tocó instalar un internet satelital, que a pesar que se dividió entre varios vecinos que querían el servicio, la mensualidad que debe pagar cada uno es de 50 dólares, monto que equivale al 40% de mi ingreso salarial”, finaliza.
“Es difícil organizarse cuando los dos esenciales para cumplir con tus obligaciones no funcionan al 100%”.
Mafer Gómez vive a las afueras de Caracas y es community manager de varias empresas. En entrevista a la Voz de América explica que, antes de la cuarentena, tuvo que comprar otros equipos que la auxiliarán, en caso de no tener luz o internet. Como un Wipod, power bank, lámparas recargables, incluso cambiarse de línea telefónica. Sin embargo, los momentos de estrés nunca terminan para ella. Asegura que si soluciona un problema, se le presentan cinco más.
Sus problemas de luz son a diario, (mientras daba la entrevista estaba sin servicio eléctrico). “Es bastante frustrante, porque se vive con temor constante a muchas cosas. Como a que se te dañe un equipo y no puedas reponerlo, no poder entregar tu trabajo a tiempo, perder lo que ya tienes adelantado por un apagón, incluso, a que un día se vaya la luz, no regrese por días o semanas y corras el riesgo de perder tu empleo, esto sucede a diario”, explica.
Su servicio a internet suele ser inestable. Además, comenta que ha tenido que salir muchas veces de su casa para poder tener señal, ir a casa un familiar. Una vez tuvo que ir a trabajar cerca de antenas repetidoras para poder tener buena recepción en el celular y compartirle internet a la computadora. Asimismo, comenta que sus ganancias no son suficientes como para alquilar un lugar con planta eléctrica y buen internet.
“Es difícil organizarse cuando los dos esenciales para cumplir con tus obligaciones no funcionan al 100%. No sabes en qué momento van a fallar y, mucho peor, en qué momento van a solucionar el problema”, concluye.