El 27 de octubre de 1917 marcó en el calendario Juliano que regía en la Rusia zarista los sucesos que dieron origen a la llamada Revolución de Octubre, o Revolución Bolchevique, o Gran Revolución Socialista de Octubre. En realidad, bajo el calendario Gregoriano -que es el que se sigue en la actualidad en el mundo occidental-, la Revolución se inició el 7 de noviembre de 1917. Y fue una revuelta liderada por el político marxista Vladimir Lenín en la que los bolcheviques comunistas derrotaron al régimen zarista y asumieron el poder por las armas en Rusia, en una sangrienta refriega que, según los estudiosos de ese acontecimiento, le costó la vida a cerca de cinco millones de personas.
Fueron las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels, expresadas en el Manifiesto Comunista, publicado en febrero de 1848, las que motivaron a Lenín para impulsar una revolución que para algunos historiadores y analistas políticos representó un movimiento de masas que dio un giro a la historia, y para otros fue una catástrofe que impacto a todo el siglo XX. En todo caso, el hecho de que la primera revolución marxista surgiera en Rusia, un país para la época muy pobre, sin burguesía y con un campesinado gobernado por aristócratas, generó el primer contraste con las ideas revolucionarias de Marx, quien suponía que la verdadera revolución sería la impulsada por el proletariado para llegar al poder y hacer desaparecer radicalmente el estadio histórico que él ya denominaba capitalismo y por eso señalaba que esa revolución solo podía darse en los países avanzados y con una gran burguesía, como la Inglaterra o la Alemania de la época.
Cabe destacar que los seguidores de las ideas marxistas y de los principios que sustentaron la Revolución de Octubre proponían que el proletariado se convirtiera en la clase dominante, al impulso de movimientos revolucionarios o de guerras civiles para abolir la propiedad capitalista y establecer una economía comunista bajo la férrea dirección estatal, con una planificación centralizada en la que el Estado regulaba en todos sus detalles el proceso económico. Hay que recordar que en los países en los que se han puesto en práctica esas ideas marxistas -empezándo por Rusia- el resultado ha sido nefasto. En casi todos los casos el Estado se ha convertido en un ineficiente súper empresario capitalista, en el marco de un régimen totalitario, tiránico y corrupto, en el que se conculcan todas las libertades con descarada violacion de los derechos humanos.
El régimen comunista que se impuso en Rusia con la Revolución de Octubre generó, además de las víctimas del colapso económico, un tenebroso saldo adicional de víctimas de la reprensión. Así, el historiador ruso y premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn, señala en su obra Archipiélago Gulag de 1973 que la cifra de muertos, víctimas de la reprensión comunista alcanzó a 88 millones. En 1997, un grupo de historiadores, dirigidos por el historiador francés Stéphane Courtois, publicó la obra Libro Negro del Comunismo, en ocasión del 80 aniversario de la Revolución de Octubre, en el que, sustentado en información desclasificada de los archivos de Moscú, se señala que que el verdadero costo humano del comunismo para esa fecha alcanzaba la cifra de 100 millones de muertos, muy superior a los 6 millones producidos durante la tiranía NAZI de Adolfo Hitler, y el doble de los muertos provocados por la peste negra de 1347 o la gripe española de 1918-1920.
Las dramáticas secuelas de la Revolución de Octubre han estado presente a lo largo de más de diez décadas en otros países que han sido víctimas de esas nefastas y ideas marxistas. Así, después de Rusia, en China se ubica otro ejemplo que resalta las genocidas consecuencias de una revolución comunista que, en su versión maoísta, y con su lema de que el poder nace del fusil, promovió Mao Tse-Tung durante su presidencia al frente de la República Popular China (1949-1959) y luego como líder absoluto del partido comunista desde 1959 hasta su muerte en 1976. Fue una época de grandes conmociones sociales y políticas, impulsadas primero por el llamado Gran Salto Adelante que, entre 1957 y 1960, emprendió Mao para forzar la industrialización acelerada del país, generando un gran fracaso con la ruina del sector agrícola que provocó una hambruna causante de la muerte de más de 40 millones de seres humanos. Y luego con su Revolución Cultural que marcó la radicalización ideológica con detención y ejecución de más de 400 mil, intelectuales, académicos y personalidades que no compartían sus ideas. Fue todo un dramático proceso de esquizofrenia social, al amparo del fuerte culto a la personalidad que auspiciaba Mao y el empeño de sembrar en su país el modelo marxista y comunista, lo cual fue causante de la muerte de más de 70 millones de seres humanos.
A los muertos provocados en Rusia y China que pudiéramos considerar como dramáticas secuelas de las ideas marxistas y de los acontecimientos que se iniciaron con la Revolución de Octubre, habría que agregar los más de 2 millones de camboyanos que fueron víctimas fatales de Pol Pot -realmente llamado Saloth Sar (1925-1998)-, el caudillo comunista de los Jemeres Rojos quien, desde 1975 hasta 1979, ejerció en Camboya una genocida tiranía. Igualmente se señala que en Corea del Norte, cínicamente denominada República Popular Democrática de Corea, desde que en septiembre de 1948 Kim John Un asumió el poder, implantando una cerrada dictadura militar comunista, durante los años 1990 se generó una hambruna, producto de las erradas políticas económicos del régimen que fue causante de cerca de 2 millones de muertos. En la actualidad, Kim Jon Un, tercer descendiente de la dinastía Kim, mantiene desde 2011 un férreo régimen dictatorial con más de 120 mil detenidos en campos de concentración como presos políticos.
En la actualidad sólo cinco países mantienen regímenes comunistas ya que, además de China y Corea del Norte, Cuba, Vietnam y Laos son las otras naciones bajo este régimen. Conviene aclarar que en Rusia la ideología comunista ya no tiene influencia determinante en el gobierno; y todos estos países, excepto Corea del Norte, se han abierto a la economía de mercado, manteniendo en lo político la ideología marxista, incluyendo Laos -uno de los países mas pobres de Asia- que comenzó el proceso de liberalización económica en 1986.
A partir de la caída del Muro de Berlín, en noviembre en 1989 y del fin de la Unión Soviética causado en gran medida por el colapso económico, a finales de 1991, se inició un proceso de cambios en las estrategias de promoción a nivel global de las ideas socialcomunistas. Ahora el neomarxismo, mimetizado con etiquetas de progresismo o socialismo del siglo XXI, se pretende imponer como una nueva izquierda, ya no fundamentada en lucha de clases, sino en una lucha entre opresores y oprimidos, manteniendo la ideología de partido único de régimen estatista y totalitario, por lo que, además del fracaso economico que se registra en los gobiernos regidos por este modelo, el mismo siempre representa una real amenaza a la democracia, a la libertad y a los derechos humanos.