La dotación chucuta de los medicamentos para quimioterapias, falta de equipos de imagen en centros públicos de salud y altos costos de radioterapias en privados, condenan a 7 de cada 10 pacientes oncológicos a sólo llegar hasta el diagnóstico de la enfermedad. El calvario se agudizó desde 2015 con el personal médico de manos atadas y los pacientes o familiares acorralados, sin siquiera poder adquirir dichos medicamentos en Colombia.
Por Guiomar López | LA PRENSA DE LARA
Muchos afectados entran en fase crítica, al estancarse en la primera consulta. El tiempo no perdona y el cáncer se vuelve más agresivo. Un lapso que transcurre entre las penurias para conseguir las quimioterapias en los hospitales del Seguro Social. Si llegan, están incompletas y el paciente no puede cumplir todos los ciclos. Luego le corresponde la cirugía, peldaño escabroso -por tantas dificultades- que pocas veces alcanzan. Seguirían con la radioterapia, que por falta de equipos o de mantenimiento, dejó de realizarse en recintos públicos y en las clínicas se dispararon entre mil a mil 500 dólares. Ni pensar en la braquiterapia, como el barrido radioactivo final.
Lo que un experto en oncología pueda establecer como negación a reconocer la enfermedad, es digerido por pacientes y familiares como una resignación ante un tratamiento prácticamente inalcanzable. Un desgaste ante la realidad de una infraestructura hospitalaria con déficit en equipos de imagen y sin el amparo, de asegurar los componentes de las quimioterapias, como una responsabilidad del gobierno ante lo difícil de conseguir y costoso de estos fármacos.
Camino intrincado
“Quedan consumidos en dolor, pasión y muerte”, lamenta la radioterapeuta Mirla Castro frente a pacientes que se quedan estancados en el diagnóstico, por las deficiencias en los equipos especializados. Le preocupa que prácticamente están condenados a morir y no hay manera efectiva de llamar la atención de las instancias competentes para la dotación de quimioterapias.
Señala que ese alto porcentaje se enfrenta a un diagnóstico costoso y sin alternativas, porque al no realizarse el tratamiento a cabalidad, pierde efectividad y solo buscan algunos paliativos para calmar el intenso dolor. “No llegan todos los esquemas para las quimioterapias a los Seguros y no se curan, si no empiezan con todas las drogas”, advirtió sobre la pérdida del tiempo de acción.
Equipos necesarios
La crítica es compartida por la oncóloga Ludy Goyo, quien resalta lo conveniente en este Mes Rosa de una campaña para sensibilizar acerca de la importancia de la detección temprana y así evitar caer en estado crónico. Además de recordar que la pandemia acentuó la crisis hospitalaria, arrastrando a los pacientes oncológicos y la falta de equipos de imagen en centros de salud, los obliga a buscar radioterapias en clínicas a un costo de hasta mil 500 dólares.
Esa millonada es un monto inalcanzable para la mayoría de venezolanos, quienes recurren a pedir colaboración entre familiares y por las redes sociales. Una salida de emergencia, ante las pocas alternativas que muchas veces empezaron desde la Sociedad Anticancerosa y desde hace 5 años, dejó de ser un recinto para radioterapias. La tarjeta del equipo colapsó, siendo el cerebro del aparato que permitía el ahorro de hasta un 75% del costo real en centros privados.
Las verbenas quedaron rezagadas por la pandemia. Cada vez tienen menos opciones para solucionar y evitar ser sentenciados por la metástasis, con células cancerígenas regadas hacia otros órganos. Un desgaste lento que arropa al paciente y familiares entre los altibajos de pedir presupuestos, tocar puertas para solicitar ayuda y el bajón emocional frente a trabas por ese camino intrincado.
Tantas limitaciones y tropiezos, los empuja al temible filo de la guadaña de la muerte. Episodios que marcan a quienes les acompañan en su lucha por la vida.
Comprometidos
El personal médico está agotado, cansado de tantos reclamos para mejorar las condiciones de los pacientes oncológicos. Pero no abandona su entrega a estos pacientes que han sido tan golpeados por la crisis. Castro siempre alza su voz de protesta y aplaude la mística de profesionales que siguen atendiendo por vocación. Una entrega que no sabe de horarios, ni de esfuerzos físicos, porque entienden las penurias sufridas por pacientes y familiares.
Señala que -muchas veces- les toca resignarse a sólo vigilar el tratamiento y “dividirse” cubriendo las funciones de varios expertos. Un ambiente repetido en aquellos centros que apenas cuentan con un especialista. Algunos han soportado la faena sin aire acondicionado y ver con impotencia, además de lamentar el sacrificio de los pacientes acalorados en los pasillos.
“Estamos comprometidos por amor al trabajo y no nos gana el cansancio”, recalca esta radioterapeuta, que comprende las prioridades de quienes deben levantar su ánimo y siguen enfrentando con valentía los estragos de esta temida enfermedad. Una lucha por culminar el tratamiento.
Un acompañamiento que no se limita a la atención médica y se extiende a la petición de directivos de centros de salud por mejores condiciones, así como referir las denuncias formalmente a los entes competentes de velar por la dotación y seguridad de los afectados. Peticiones sin respuestas, cuando siguen trabajando con las mismas condiciones y siendo testigos de un deterioro progresivo. Los pacientes se les mueren, frente a la indolencia y el acecho de una crisis hospitalaria que terminó de agudizarse con la paralización de la pandemia por Covid 19. El mensaje lo fijan en afirmativo, sigue siendo llamar a la prevención y así detectar a tiempo para salvar vidas. Evitar una batalla que sería en vano.