Sería absurdo imaginar que el triunfo de cualquiera de ambos contendientes, hiera la estabilidad y el entendimiento como base de sustentación de la vida política estadounidense. Aún hoy, después de cuatro años de gobierno republicano, hay quienes no comprenden las razones que llevaron al, para algunos, sorpresivo triunfo electoral del personaje demonizado y escarnecido hasta la saciedad por los medios del progresismo. Y así como no supieron interpretar las causas que podrían darle la victoria electoral a Donald Trump, ungiéndolo presidente de la República, y se la dieron, tampoco ahora comprenden las razones que podrían volver a darle la presidencia de la República.
Basta asomar la cabeza más allá de las fronteras nacionales y observar desapasionadamente los conflictos que nos aquejan, para comprender que la hostilidad de los enemigos ontológicos de los Estados Unidos, – el socialismo sino soviético, desde hace más de un siglo -, incluso el progresismo socialista de sesgo liberal dominante en las naciones de la Unión Europea -sobretodo a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial – y gran parte de las naciones del Tercer Mundo – principalmente en América Latina y la porfiada desestabilización promovida por el castro comunismo cubano – para comprender la necesidad de alta política mundial que exige una presidencia fuerte y decidida al frente de los Estados Unidos. En bien de su necesaria función de gendarmería, que irritaba a los Clinton, incluso a Reagan, pero que estaba en la esencia de las cosas. El planeta no se sostiene sin la existencia de un poder que equilibre las tensiones y hostilidades propias de la modernidad. Después del ominoso comportamiento de Barak Obama, renunciando al control del castro comunismo cubano al que le cedió todo lo que exigía sin exigirle una sola compensación a cambio, la elección de Donald Trump vino a poner las cosas en su sitio.
Y aún hoy queda un saldo pendiente que puede echársele en cara a Trump en desmedro de sus aspiraciones re eleccionarias: permitió que rusos, coreanos y chinos ventearan sus ambiciones imperiales desplegando su poderío militar frente a las costas venezolanas. Dándole largas al desparpajo cubano.
No imagino otra razón para esa contención, que no sea el respeto al equilibrio mundial.
Como quiera que sea: el régimen tiene los días contados y la dictadura se aproxima cada día más a su abismo. Rechazar la realización de las elecciones promovidas por ella y abstenernos militantemente, si llegaran a tener lugar. Es nuestra política. Profundicemos la soledad de la dictadura. Es nuestra opción. Sigámosla.