Pero en Venezuela en el siglo XX hay una nueva forma de esclavitud. La esclavitud salarial. Durante la colonia el esclavo era propiedad del hacendado, quien lo alimentaba y mantenía sano como fuerza de trabajo para que las haciendas fuesen productivas. Hoy el trabajador venezolano activo y jubilado es una especie de esclavo del régimen de Maduro. Ni siquiera para alimentarse y preservarse saludable le alcanza su salario. Si se hiciese una comparación entre la remuneración real que recibía el esclavo de las haciendas de cacao y caña de azúcar durante la colonia en términos de bienes y lo que reciben actualmente, en octubre de 2020, los asalariados del Estado venezolano, se pudiese encontrar que los esclavistas criollos saldrían mejor librados que Maduro como principal patrono de Venezuela, al tener una nómina de más de cinco millones de trabajadores y pensionados, hoy padeciendo hambre.
El profesor universitario mejor pagado de Venezuela devenga un salario inferior a cinco dólares mensuales. El General de mayor grado de la FAN no recibe por nómina más de diez dólares mensuales. Lo mismo puede decirse del médico, el policía, el guardia nacional, la secretaria o el bedel cuyos salarios no llegan a tres dólares cada mes mientras la canasta alimentaria excede US$ 200 mensuales. Los esclavos modernos se han revelado de varias maneras contra el esclavista del Siglo XXI, unos emigrando para dejar ser esclavo en su país, otros renunciando al trabajo y los más, luchando para liberarse de la esclavitud. Es la lucha de los maestros que se niegan a morir de hambre, los trabajadores de la salud que quieren trabajar dignamente y los obreros petroleros para ser reivindicados, entre tantos otros. Como la esclavitud colonial, la del siglo XXI tendrá su fin.