Sin embargo, ha surgido un fenómeno extremadamente curioso al oeste de la ciudad de Caracas. La urbanización El Paraíso, específicamente, padece de la frecuente violencia ejercida por las bandas hamponiles de la Cota 905, ya sea entre sí, o en combate contra las fuerzas de seguridad del régimen, las cuales, en más de una oportunidad, se han tenido que replegar, y hasta acordar una tregua, para poder sobrevivir a esos feroces ataques. No hay paz ni tranquilidad en esos predios.
El caso está en que los vecinos de los edificios y casas de la mencionada urbanización, no sólo temen por la violencia de la zona, sino también por las invasiones que pueden ocurrir en terrenos que, por cierto, forman parte de un parque nacional, como lo es El Pinar. Las bandas ya han tomado la Avenida Páez como el escenario de su inconformidad tan bulliciosa. Han llegado a tal punto los desmanes que la localidad siente que su legalidad no está en el estado, sino en el hampa que allí gobierna: los bueyes detrás de la carreta. Los ciudadanos no le piden a las autoridades policiales poner orden en la localidad, sino que le reclaman al “Coqui”, al parecer, jefe de las bandas dominantes de la 905, para que les ayude a resolver el problema.
Además de lo peligroso, vergonzoso, desconcertante y triste de reconocer la autoridaddel capo de la zona, este hecho insólito ocurre en el seno de una clase media desmejorada, cuya minoría se atreve a expresarse sin que nadie, públicamente, la cuestione. Me refiero a los extremos inauditos de la anomia social que demuestra el proceso de descomposición de la sociedad que ha ocasionado el socialismo del siglo XXI. Así vemos que ni el gobierno usurpador ni,la oposición interina dicen algo al respecto a un fenómeno antes impensable,que, abiertamente, circula por las redes sociales.
De manera pronta, el gobierno interino debe atender y tratar de cambiar esta situación, que parece muy puntual para los afectados y cuando un estado, como el usurpador vulnera el principio de legalidad y pierde el control de sus actuaciones, abiertamente, estaría violando la convención americana sobre los derechos humanos. No se puede abandonar un grupo de ciudadanos habitantes de un país libre y soberano que existe, resiste y persiste. Esta vez es la organización de los derechos humanos quien debe recabar lainformación necesaria para continuar la denuncia ante los organismos internacionales competentes.
@freddyamarcano