Creo haber visto los diversos montajes de “El día que me quieras”, desde el del estreno donde el propio Cabrujas hacía de Pío Miranda, asistimos un grupo entre los que se encontraba Enrique Porte quien ya se había iniciado con sumo entusiasmo a la actividad teatral. Aunque seguíamos con atención toda la actividad de José Ignacio, las mayores referencias las teníamos por su militancia, Jacobo Borges narraba con el entusiasmo que le caracteriza, sus encuentros con Cabrujas y el grupo de jóvenes, en la Plaza Pérez Bonalde de Catia, entre quienes se encontraban Cesar Bolivar, Abigail Rojas y Oswaldo Trejo. Incluso el General Italo Del Valle Alliegro algunas veces participó en esas tertulias.
Tanto el pintor, como el escritor siempre recordaron sus orígenes, la infancia y adolescencia vivida en la popular parroquia caraqueña. La mayoría de los contertulios de la plaza que lleva por nombre el del poeta autor de “Vuelta a la patria”, eran militantes comunistas tal como recordaba Cabrujas. En su época de estudiante del liceo Fermin Toro, como consecuencia de su participación en las protestas contra la dictadura de Perez Jimenez fue hecho preso por la Seguridad Nacional junto con varios de sus compañeros.
Continuó militando en el viejo partido, hasta la fundación del Movimiento al Socialismo, su ruptura con el dogmatismo en buena medida está reflejada en la obra que lleva por título el del famoso tango interpretado por Carlos Gardel.
Una vez me correspondió junto a Eduardo Pozo proponerle a José Ignacio que participará de un acto del MAS no como animador o presentador roles que ya estaba acostumbrado a desempeñar, sino como orador. No recuerdo si a inicios de la década de los ochenta ya había pronunciado la famosa frase que definía su relación contradictoria con el partido: “El MAS de mis tormentos”, en todo caso, aceptó de buen grado participar tal como le propusimos. En le acto teníamos previsto hablara un dirigente del interior, José María Cadenas, José Ignacio Cabrujas y Freddy Muñoz.
Nos reuníamos en su residencia, una bella casona ubicada en Los Rosales, nos citábamos al finalizar la mañana al culminar las sesiones de trabajo de la novela que estaba escribiendo: La Dueña. En una gran sala un grupo discutía las escenas de la referida telenovela, mientras Eduardo y yo esperábamos para informarle la marcha de los preparativos de la actividad y escuchábamos sus sugerencias. En una de esas espera recordaba el dilema que se le había planteado cuando decidió ingresar a la televisión, tenía referencias porque compartió esas vicisitudes y las aprehensiones de sectores de la izquierda sobre su decisión, ya que entre quienes les comunicó e intercambio opiniones sobre sus inquietudes estaba uno de sus grandes amigos y referente en la militancia: Teodoro Petkoff.
En la última reunión antes del evento, nos señaló que había decidido leer el discurso y propuso que le echáramos un vistazo, cosa que por supuesto nosotros rechazamos tajantemente. De ese discurso hay algunos señalamientos que aún permanecen en mi memoria:
Al referirse a la ruptura con los viejos dogmas, mientras hablaba, volteó hacia el presidium donde se encontraba Pompeyo Marquez y haciendo referencia a la utilización de un multígrafo clandestino, dijo palabras más palabras menos : ” Aquí está Pompeyo, quien me metió en la cueva del multígrafo y me sacó de la cueva del multígrafo”… Al referirse a la rutina de la célula del viejo partido y sus reuniones: enunció el orden del día: Organización, Finanzas y Varios para concluir que en el punto Varios era donde estaba la vida. Allí era donde participaban con entusiasmo los integrantes de la célula, allí era donde estaba el encuentro con la cotidianidad.
En una oportunidad dedicó uno de sus artículos a reprochar la conducta asumida por mi, el 4 de febrero del 92, como vocero de la Fracción Parlamentaria del MAS, lo que provocó mi inmediata respuesta. Con muchas expectativas esperé su réplica, el día pautado para su columna estaba algo quebrantado y escribió: ” Tenía pensado una descarga para Pastor Heydra y una repuesta solidaria para Luis Manuel Esculpi”. Así era José Ignacio como militante.