Al final, Leopoldo López, se largó para reencontrarse con su familia en España y agregarle caballos de fuerza al cese de la narcotiranía. Hay que evitar los términos que se presten a equívocos. López, no fue preso, sino secuestrado. Tampoco se fugó, huyó, ni se escapó. Las anteriores expresiones pueden ser válidas en lo semántico pero, pecan por genéricas. Se autoliberó, es la palabra precisa.
La de no permitir que lo secuestren, es la primera obligación del potencial secuestrado. La segunda, escabullírseles a sus secuestradores para el caso que la felonía se perpetre. López, fue un atrapado socrático. Practicó la mayéutica carcelaria del ateniense. Acató la orden de aprehensión en su contra consciente de la arbitrariedad para dar ejemplo de, respeto a la ley, de valor personal, de auctoritas. Solo que a sus secuestradores, les importa un rábano lo, legal, lo cívico, lo moral, lo decente ni lo indecente. El Manual de Urbanidad y Buenas Costumbres, de Manuel Antonio Carreño los pone anafilácticos. Si se les muere un preso, porque a los esbirros se les pasa la mano, el narcotirano, ni se disculpa, sino que lo celebra por la T.V. bailando salsa con su mujer.
Cualquier evento, fortuito o previsible, telúrico o por la mano del hombre, precipitado o tardío, le sirve de motivo a la narcotiranía para, reprimir, choricear, delinquir, para ratificar su incompetencia, para reiterar la mala uva de sus integrantes.
La ineptitud rampante en el caso de la evasión de López, por tomar uno, entre millares de ejemplos. Pretexto, para encarcelar varios colaboradores del autoliberado, insultar al embajador de España, renegar del pasado colonial de esta última. La autoliberación de Leopoldo López además de reprimir, les ha valido para robar, verdadero ethos roboLucionario. Ya se contabilizan decenas de hurtos de, computadoras, celulares, automóviles, enseres del hogar, alhajas, prendas de vestir nuevas o hasta usadas, artículos de tocador, medicinas, dólares en efectivo, en medio de la práctica de numerosos allanamientos, aparte de las “siembras” de estupefacientes ilícitos y armas de guerra, para prefabricar delitos rocambolescos terrorismo, traición, con varios etcéteras, contra el periodista Roland Carreño y varios colaboradores más, de Leopoldo López.
¿Sagrado el hogar? Lo fue en otro tiempo. Semanas atrás ya habían requisado la residencia de la señora Isabel Capriles, Caraballeda, Vargas, herencia de su abuelo, para entregársela a un generalote, que ahora la tiene de garçoniere de fin de semana ¿Delito de la dama? Hija de Ledezma, exalcalde opositor. La vieja casona de la familia del poeta, disidente y exiliado, Gustavo Tovar Arroyo, Los Chorros, Caracas, la misma medicina: ocupada por unos facinerosos con el remoquete de colectivos y el modesto guachimán de la residencia ¡Pa´l calabozo, carrizo por dos años! Al militar Rodríguez Torres, caído en desgracia con el narcotirano, además del carcelazo en condiciones infrahumanas, le fue invadido su apartamento por un sapo castrocubano, que, sin aviso y sin protesto, echó a la calle a la mujer del preso, con la ciencia y complacencia del generalote, Madrino.
Por las buenas no le fue suficiente, a Leopoldo López, por lo que tuvo que autoliberarse por las menos buenas. Igual tendremos que hacer los venezolanos, pero por las peores.
@omarestacio