Sean Connery nunca se lo hubiera esperado en su juventud. Sean Connery era un hijo de la clase obrera más deprimida de Edimburgo, su madre limpiaba casas y su padre era operario en una fábrica y conducía camiones; mucho antes de probar suerte con el cine, el primer trabajo de Connery fue como repartidor de leche.
Por El Mundo
Lo segundo, quizá, sí lo pudiera imaginar: consciente de su buena planta, cultivó su físico y fue levantador de pesas, y fue esa belleza rotunda suya la que le llevó al cine. Rodó algunas películas menores y en 1961 fue el elegido para encarnar al espía que triunfaba en todo el mundo gracias a las novelas de Ian Fleming, James Bond. Se enfrentó al Doctor No y ahí despegó una carrera meteórica.
Connery cerró el siglo XX con dos grandes honores: la reina Isabel II le ordenó caballero del imperio británico -así que, lo técnico, sería dirigirse a él como Sir Sean-, y la revista People le declaró el hombre más sexy desde 1900 en adelante.
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