En 1892, el Papa León XIII, hace un esfuerzo para entrar en diálogo con el mundo, con su encíclica
Rerum Novarum (de las cosas nuevas) y se retoma la importante tradición, que venía del propio evangelio y los padres de la iglesia, de lo que pudiéramos llamar: el pensamiento social de la Iglesia. Tradición que los sucesivos papas han mantenido, en particular en la segunda mitad del siglo XX y que el papa Francisco ratifica. Ya el haber escogido el nombre de Francisco indica, de alguna manera, su orientación pastoral y que él expresamente lo ha señalado cuando ha reconocido la inspiración “del poverello de Asis” tanto en su encíclica anterior laudato si (en la Casa Común) como en esta Fratelli Tutti (Hermanos Todos). En su texto utiliza el método de ver-juzgar-actuar (orientar). Hace un “diagnóstico” del mundo actual, pandemia incluida, sus limitaciones y desviaciones, pero también sus posibilidades y potencialidades desde la fe y la razón (Fides et ratio), desde la centralidad del mensaje de Jesús de la fraternidad y la esperanza cristiana. Con la parábola del Buen Samaritano (y otras) la ejemplifica, cuyo resumen, tan reiterado en los evangelios no es otro que el amaos los unos a los otros.
Nuestro mundo ha logrado maravillas de progreso, desarrollo y bienestar, pero en el “camino” van quedando “los excluidos, los descartables”. La pobreza que ofende a la caridad y maltrata o irrespeta la condición humana, en su dignidad.
Nadie es “forastero” en la Casa Común y nadie puede ser tratado como tal. Con esta encíclica el papa Francisco plantea un diálogo fraterno ecuménico con la cultura y religiones y el mundo de hoy.