No importa cuánto se haya leído sobre pobreza, sobre la crisis humanitaria compleja o sobre la inseguridad alimentaria y el hambre. Nada nos prepara para ser testigo presencial de su impacto humano, demasiado humano, de la infinidad de cifras rojas que dejan los 20 años de “Revolución”. Yo tengo una hija de tres años, de la misma edad de una de las niñas que vi en el grupo, tenía el mismo tono en su risa infantil. La mía está en casa con su mamá, la niña desconocida camina vía parajes oscuros, quién sabe dónde y cómo dormirá, si no será víctima de abusos o si siquiera llegará viva. Pero todos son invisibles. Los medios de la dictadura solo hablan del “Plan Vuelta a la Patria” usando a sus lindos y lindas periodistas de utilería, con blancas sonrisas, en la más despreciable operación de propaganda y lavado de cerebros de las que se pueda tener memoria. La realidad virtual de la dictadura solo puede repetir, de forma incesante e insensata, que los venezolanos están “regresando”.
Pero a la ignominia de la propaganda gubernamental se suma la censura y autocensura de los medios “independientes” que aún existen, o debería decir agonizan, soportando sus respectivas dosis de amenazas desde Conatel o desde cualquier lavaperro con patente de corso revolucionaria. Hay periodistas que no pueden decir las palabras “consulta”, “gobierno interino”, “alacrán”, o “gobierno de facto” en sus espacios radiofónicos. El Presidente legítimo, conforme a la Constitución Nacional, no puede ser entrevistado sin que eso implique el cierre del medio por generar “zozobra”. La verdad es subversiva. Pero la verdad está allí, la verdad de Venezuela está caminando, acosada por la arbitrariedad militarista, el pueblo huyendo de la muerte por inanición y las autoridades legítimas encarando un Golpe de Estado en cámara lenta, iniciado en 2015, de parte de quienes aspiran a qué en este país el último rango de la carrera de las armas sea “Presidente” (justo después de General en Jefe) y que el único derecho reconocido sea la garantía inalienable a aplaudir.
Puede que tengan éxito y las FANB, convertidas en ejército de ocupación de su propio país, logre imponerse por la fuerza, silencie al último medio, torture o asesine al último opositor o condene al exilio a todos los venezolanos que no estén dispuestos a besarles sus botas de campaña. Pero la verdad estará allí, incluso entre sus convenientemente acalladas conciencias, para recordar a todos que unos pocos hacen sufrir a muchos para sentir el placer del poder y la riqueza infinita.
Pero, tal cual como los violinistas del Titanic (aunque puede que merezcan una referencia menos amable), los candidatos con tarjetas secuestradas, actores pasivos de la mal disfrazada ilegalización de los partidos políticos, hacen campaña llamando a votar sin importar que las elecciones del 6-D sean todo menos libres y justas. Pudiesen usar sus 5 minutos de fama para, al menos, denunciar el sufrimiento del país. Pero no, su centimetraje mediático, más prestado que merecido, solo se usa para mentir sobre las acciones de la alternativa democrática y Juan Guaidó. El maridaje es claro. Quizá mañana, después del 6D, igual que en la dictadura de Gómez, asistamos a discursos falsos de reencuentro y olvido entre el régimen y esa “oposición” y ambos griten “ni vencedores, ni vencidos”, no obstante, la frase digna de epopeya solo podrá describir un asunto esencialmente digestivo. A oídos del pueblo se traducirá como “comamos juntos”.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica