No creen en votación secreta, universal y directa. De mil maneras la han torpedeado. Y se inventaron, como en todo régimen comunista que se respete, un tal “poder popular”, montando y presupuestando a diestra y siniestra los llamados consejos comunales. Estos están bajo el control férreo del poder central, manejan la comida que necesita la gente y, faltando poco, tienen por respaldo a los grupos armados.
La idea final es que ellos “elijan” a cualesquiera autoridades, sustituyendo el Estado Social de Derecho por el Estado Comunal. No es cualquier cosa el proyecto que desarrollan, por mucho que la ciudadanía lo rechazara en un referéndum constitucional. Por cierto, en un libro que suele pasar por debajo de la mesa, Manuel Rachadell lo dejó muy claro: “… El Estado Comunal, en concreto, es una oferta desvinculada de la realidad, sin precedentes en ningún país, que tiene como propósito mantener aun caudillo en el poder, liberado de consultas electorales formales, para administrar sin rendir cuentas s recursos de la Nación, los cuales se aplicarán con el objetivo primordial de que esa estructura de poder se mantenga sin posibilidades de ser reemplazada” (“Evolución del Estado venezolano 1958-2015”, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2015: pág. 240).
Solemos olvidar que hacia allá pretende ir Nicolás Maduro, eternizándose en el poder Y de esto, conscientemente, saben los propios colaboracionistas que se juran candidatos a los comicios trapicheros que el parapeto del CNE convocó. Lo peor es que, ni siquiera saben mentir, haciéndose pasar por opositores.
Del Estado Comunal casi no se habla, pasando por debajo de la mesa el régimen mismo. Tienen las bases echadas para ello, con los tales consejos comunales. Mientras tanto, sigue el circo sin pan: los colaboracionistas en una reducida campaña, recibiendo el portazo de la ciudadanía.