La renovación de los puentes británicos que datan de la época victoriana, mal adaptados para el tráfico del siglo XXI, se ha convertido en un auténtico dolor de cabeza entre el hartazgo de los usuarios y la pelea para ver quién paga la cuenta.
El primer ministro Boris Johnson se comprometió durante su campaña electoral a emprender una verdadera “revolución de las infraestructuras”, pero su promesa se enfrenta a una realidad complicada: la renovación del puente de Hammersmith, en el suroeste de la capital, ha transformado la vida de miles de londinenses en una auténtica pesadilla.
Desde su casa situada en el barrio de Barnes, Toby Gordon-Smith, de 46 años, puede ver el Támesis, pero su principal problema es cruzarlo.
Abierto al público hace 133 años, el viejo puente de Hammersmith cerró en agosto para los peatones y ciclistas, dieciocho meses después de prohibirlo para los coches.
Concebido inicialmente para carretas tiradas por caballos, y no autos, su estructura de hierro presenta numerosas deficiencias.
Pero los problemas que genera son “profundamente frustrantes” para todos los que viven en la orilla sur, dice Toby Gordon-Smith, que se mueve en silla de ruedas. “Ahora tardo 45 minutos en llegar a la oficina”, y a veces hasta “dos horas”, cuando antes tardaba 10 minutos, explica a la AFP.
– Fecha de caducidad –
Hammersmith no es un caso único. ¿Cómo renovar y adaptar a las exigencias del siglo XXI infraestructuras vetustas que muchas han superado ya la fecha de caducidad?, se pregunta el profesor de ingeniería John Kelsey, de la University College London.
En agosto, el Tower bridge, emblemático puente levadizo de la capital construido en 1894, cerró dos días para repararlo después de quedarse bloqueado en el aire tras levantarse para dejar pasar a los barcos.
El Vauxhall Bridge, construido en 1906, y el más reciente London Bridge (1973) también se han sometido a largos cierres por reparaciones. Y en numerosos casos, el problema es a menudo quién va a pagar por los trabajos de renovación.
La lejana reapertura a la circulación del puente de Hammersmith, prevista en 2027, puede ser atrasada por las querellas administrativas para saber a quién le corresponde pagar la factura -más de 160 millones de libras (178 millones de euros, 212 millones de dólares)- ya que están implicados al menos siete organismos tanto a nivel local como nacional.
Para el diputado conservador Greg Hands, cuya circunscripción de Chelsea y Fulham se encuentra paralizada por los atascos, “no hay duda” de que el consejo encargado de barrio de Hammersmith, copropietario de la estructura “no ha mantenido bien el puente”.
El jefe de la administración local, Stephan Cowan, asegura que no dispone de “la inyección inicial de 46 millones de libras” necesarios para estabilizar el puente, y acusa al gobierno de hacerse el remolón para proporcionar los fondos necesarios para los trabajos.
– Ferry –
El grupo trabajo creado en septiembre por Boris Johnson quiere introducir a partir del año próximo un servicio de ferry entre las dos orillas del río para reducir el tiempo del trayecto de la gente que está obligada a dar rodeos enormes.
Una propuesta demasiado tardía para los habitantes de Barnes. Julia Watkins explica que sus dos hijas, escolarizadas al otro lado del río, tardan al menos 45 minutos en bicicleta por caminos a menudo inundados en volver del colegio de noche.
Instalada en Barnes en 1963, Charlotte Harman, de 92 años, está preocupada por el tiempo que tarda la ambulancia en llegar al hospital de Charing Cross, del otro lado del Támesis: a veces ha tardado una hora. “¿Qué pasaría si ocurriera algo?”, se pregunta alarmada.
AFP