Su promotor lo proclama a los cuatro vientos: Bosnia tiene una “pirámide” y es “más grande que la de Keops” en Egipto. Los visitantes están convencidos de que su energía misteriosa les dará fuerzas y el tenista Novak Djokovic la ve como un “paraíso terrenal”.
Similar a tantas otras, la colina arbolada que domina el pueblo de Visoko, cerca de Sarajevo, no es en para nada una pirámide, dicen los arqueólogos.
Y sus “túneles energéticos” son las galerías de una antigua mina de oro.
Pero a Semir Osmanagic, hombre de negocios y apasionado por las civilizaciones antiguas, le da igual.
Osmanagic, con su chaqueta de cuero y sombrero a lo Indiana Jones, hace de guía, recibe a la prensa y responde incasable a sus detractores que lo acusan de ser un “charlatán”.
Cuenta a la AFP que tuvo la idea en 2005 cuando llegó a Visoko para visitar el museo de historia de esta antigua capital medieval.
“Vi esta colina cubierta de pinos y de vegetación, con las caras perfectamente orientadas hacia los puntos cardinales”, cuenta.
“Tuve claro que no era una colina natural sino una construcción” realizada por una civilización “tecnológicamente superior”, dice el sexagenario.
Para él, no tiene nada que envidiar a la gran pirámide de Guiza, maravilla del Egipto antiguo: “con una altura de 220 metros, frente a los 146 metros inicialmente de la Keops, es la pirámide más grande y más antigua del mundo”, en un lugar que cuenta al menos con seis, asegura.
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Desde 2006, los científicos internacionales han emitido sus dudas sobre las afirmaciones del emprendedor. Arqueólogos escribieron a las autoridades bosnias para denunciar el “apoyo” concedido a una “farsa cruel” “que no tiene lugar en la ciencia auténtica”.
Pero ello no ha sido óbice para realizar en la colina lo que denomina “excavaciones arqueológicas” con centenares de voluntarios llegados del extranjero.
Ha comprado el terreno vecino, limpia galerías subterráneas y ha creado su “Fundación de la pirámide bosnia del sol”.
Actualmente, llegan anualmente miles de personas procedentes de los Balcanes pese al costo relativamente alto de las entradas: cinco marcos bosnios (2,5 euros, casi tres dólares) para ver la “pirámide” y otros cinco marcos para acceder a los “túneles energéticos”, aunque los extranjeros tienen que pagar cuatro veces más.
Cuando la visitó en julio y después en octubre para recargar las pilas, el serbio Novak Djokovic, número uno del tenis mundial, le dio una publicidad fenomenal al lugar, que al igual que otros muchos se ha visto duramente golpeado por la pandemia del coronavirus.
“El inicio de la temporada ha sido catastrófico, pero desde que pasó por aquí Djokovic es la felicidad”, se congratula Nermin Alihodzic, de 47 años, que vende pedazos de cuarzo, el mineral que abunda en la región y minipirámides multicolores.
El tenista explicó que se sintió “regenerado”. “Sé que hay muchas dudas, dilemas sobre la autenticidad” del lugar pero “hay que venir para entender lo que pasa aquí”.
Pese a la bruma y al frío de un día otoñal, los visitantes llegan a las galerías o las faldas de la montaña, donde se les explica que las formaciones rocosas que se encuentran en la superficie son bloques tallados artificialmente.
– “Sin garantías” –
Dzenana Halepovic, de 67 años, disipa cualquier duda sobre las propiedades del lugar que frecuenta asiduamente. En los túneles “me siento bien, respiro bien, me siento ligera. Simplemente tengo la impresión de recibir energía”.
Para Semir Osmanagic todo se explica por la “onda electromagnética constante de 28 kHz” detectada por “expertos” en la cumbre de la “pirámide” y una “concentración media de 35.000 de iones negativos por centímetro cúbico” en los túneles.
Ahí, “nuestro organismo no tiene enemigos”, sostiene el maestro de ceremonias del lugar, que considera que la pandemia es un “complot” y rechaza llevar mascarilla como muchos visitantes.
Cita ejemplos de curación milagrosa de gente que sufría hipertensión, diabetes y hasta cáncer, aunque alerta: “nuestra fundación no cura, no damos garantías”.
En este país donde el sistema de salud está muy deteriorado, sobre todo durante la pandemia, el lugar se transforma en un hervidero de gente los fines de semana.
Emina Kavaz, de 53 años, cuenta a la AFP que tras seis meses de visitas regulares, dejó de tomar “cinco o seis medicamentos” para el asma.
“Venía todos los sábados a pasar en los túneles entre 40 y 60 minutos. El precio de cinco marcos es insignificante en comparación con el resultado obtenido”, asegura.
Enver Imamovic, profesor emérito de la Universidad de Sarajevo se insurge.
“Todo lo que se cuenta sobre las ‘pirámides’ es totalmente inaceptable”, dice el arqueólogo.
Los bloques de piedras en la colina son “formaciones geológicas” naturales, asegura. Y las galerías pertenecían a una “antigua mina de oro de la época romana”.
AFP