La secuencia fue la siguiente: el modelo económico que fraguó Chávez basado en la ampliación del papel del Estado en la economía demandaba un gasto público creciente, que al principio se financió con los elevados precios del petróleo. Pero era tan grande el Estado que esas cotizaciones del petróleo no fueron suficientes y entonces el Gobierno emitió deuda externa para financiarse. Pero la deuda tampoco bastó para colmar a un fisco insaciable. Se recurrió entonces al BCV para que éste le proveyera liquidez al Gobierno. Entre tanto una buena parte de esos bolívares en circulación se dirigieron a la adquisición de dólares ante las expectativas de devaluación de la moneda. La devaluación se fue traspasando a los precios y éstos comenzaron a incrementarse exponencialmente.
Instalada la hiperinflación el problema en estos momentos es cómo frenarla. Para ello hay dos propuestas y solamente dos. La primera es dolarizar la economía al adoptarse el dólar como moneda de curso legal y refrendar un hecho que ya es evidente en Venezuela: la dolarización trasnacional, es decir que los pagos en una proporción que excede al 60% se realizan con dólares. La dolarización tiene varios inconvenientes, uno de ellos es el ínfimo nivel de las reservas en divisas del BCV y el otro es que se tiene que llegar a un arreglo con el Gobierno de los Estados Unidos para proveer dólares a Venezuela. La gran ventaja de la dolarización es que disminuye en seco la inflación y su desventaja es que la economía se torna excesivamente vulnerable ante los vaivenes de los precios del petróleo y su crecimiento se compromete.
La segunda propuesta es adelantar una Reforma Económica de amplio alcance que reduzca el tamaño del Estado en la economía para eliminar la causa del déficit fiscal, ello acompañado de un Banco Central independiente al cual le esté prohibido financiar al Gobierno. Así, la emisión de dinero tendría bases genuinas en las divisas y el crédito al sistema financiero y no en papelillos como ahora sucede. Paralelamente, se implantaría una nueva moneda nacional y se sacaría de circulación al maltratado bolívar y esa nueva moneda, al inicio mantendría una relación estable con el dólar para, anclada en un fisco saneado y un banco central responsable, permita referenciar la formación de los precios de los bienes y los servicios. Para todo ello habría que alcanzar un acuerdo con los organismos multilaterales de crédito, encabezados por el FMI, para obtener dinero fresco para así aumentar las reservas en dólares del BCV y renegociar la deuda externa en situación de atraso. Aquí lo más difícil de todo: esto requiere de un acuerdo político y un nuevo Gobierno de emergencia y unidad nacional.