No hay que ser un genio político ni experto politólogo para darse cuenta de que la inmensa mayoría de la población votó en contra del castro chavismo con el simple gesto de no ir a votar, ¿hace cuánto tiempo ya el castrismo venezolano no consigue que los ciudadanos voten por ellos? No importa las cifras que finalmente anuncien, ni los llamados y amenazas que hicieron, ni el gas, la comida y otras recompensas que prometieron, este proceso estafador fue un desierto de voluntades alimentado por el rechazo y, aún peor, el hartazgo de la ciudadanía.
Salieron cuñas promoviendo el sufragio, alegando soberanía, responsabilidad ciudadana de acudir para responder a la convocatoria realizada por un régimen que ha aplastado, robado y arruindo al país, inhabilitando, arrinconado a partidos políticos, oprimido a los venezolanos y burlando la venezolanidad, a unas elecciones que Venezuela, el mundo libre y democrático sabe son un fraude de punta a punta, de principio a fin, cuyo único propósito es dar apariencia de legitimidad al castrismo en una Asamblea Nacional que ellos consideran deben recuperar, después que se ausentaron, manipularon y declararon en desacato, para luego volver sin rubor ni pudor, ser recibidos como héroes y boicotearla desde adentro. El pranato de alacranes es un ejemplo.
No fue Donald Trump ni el Departamento de Estado tampoco el Comando Sur o Dios quien les quitó la mayoría parlamentaria al oficialismo, fue el pueblo, la gente, la ciudadanía, hombres y mujeres hartos de mentiras y errores, corrupción y desastre, quienes dieron -en unas elecciones, por cierto, bastante desvaídas- la mayoría a la oposición. Que después hubiese opositores cómplices, sabandijas, malandros de la indignidad, que se mordieran entre ellos para ocupar cargos de limosnas, es asunto diferente, lo cierto es que la mayoría, ahíta de chavismo y especialmente de esa neblina abúlica que podríamos llamar madurismo, quien entregó la Asamblea Nacional a lo que se creía era oposición, y fue por eso que el castromadurismo disodadocabellista se sacó de la manga una Asamblea cubana Constituyente con vagos y no cumplidos propósitos de revisar la Constitución, la mejor del mundo, que hizo feliz a Hugo Chávez hasta que el cáncer lo mató en Cuba.
Y si hay la convicción de que será esta vez un fraude aún mayor, porque el régimen quiere adueñarse de la Asamblea Nacional en busca de un reconocimiento que obviamente no les ha dado ese distorsionado e ilegal invento que es la Constituyente, hay que preguntarse qué carajo hacen algunos “ilustres”, prestándose a promover elecciones que nadie cree, ni siquiera los chavistas que saben lo que se cocina. Un guiso enorme de complicidades, matraqueo y amancebamiento.
¿Les pagaron, amenazaron o pactaron algo? No lo sabemos, tampoco importa, no nos extrañaría, nunca han rendido cuentas, explicado de qué viven, donde tienen oficina, como pagan restaurantes, ropas, escoltas, carros y nuevas viviendas. Pero es una falta de vergüenza y dignidad personal que aparezcan promoviendo ese sesgado proceso, esa trampa, ese pillaje, haciéndose así socios del castro-madurismo que sojuzga y humilla, se aferra al poder, armado hasta los dientes, atiborrando a los venezolanos de miseria, hambre, tristeza, angustia y desesperanza.
¿Qué buscan? ¿Compartir la desvergüenza, descaro y sumisión? Pues hoy lo viven y padecen. Entristece, una cosa es estar apartado del diario destruir al país, distante -por no decir rechazado- de la poca oposición que realmente enfrenta con gallardía, coraje, coherencia, arrojo a la tiranía, y otra grave, afligida tanto como enfurecedora, mostrarse públicamente como asociado solidario, cooperante.
Felicidades a los venezolanos dignos que siguen siendo la inmensa mayoría que no fue parte de esas elecciones fraudulentas y desvergonzadas. Así estamos, pero así no seguiremos, aunque quieran.
@ArmandoMartini