Venezuela requiere principalmente un programa de reformas económicas de largo aliento que acabe con la hiperinflación y siente las bases para reanudar el crecimiento de la economía luego de seis años de una recesión que liquidó más del 70% del tamaño de la economía. Para el cumplimiento de esos dos objetivos la clave reside en el financiamiento externo mediante un acuerdo con el FMI y apoyado por otros entes financieros multilaterales para evitar así que se tenga que acudir al BCV para que financie al Fisco Nacional mediante la emisión de dinero sin respaldo. Venezuela requiere fondos en divisas y detener la creación de dinero de la nada. Sobre la base de ese acuerdo se procedería a la sustitución del bolívar por otra moneda nacional la cual mantendría una relación estable con el dólar para de esa manera anclar los precios y parar la hiperinflación. En materia fiscal debe establecerse una regla que deje claramente establecido el déficit fiscal admisible y su forma de financiarlo.
En lo que respecta al petróleo, los grados de libertad de Venezuela como productor de crudos pesados se están reduciendo aceleradamente. Por tanto, manteniendo la propiedad nacional de los yacimientos y la soberanía impositiva, debe abrirse espacios a la inversión privada, nacional y extranjera para aumentar la producción, requisito indispensable para recuperar la actividad económica en el corto plazo. Entendamos: internamente no hay un renglón que pueda motorizar la economía y sacarla de la recesión que no sea el petróleo. Similarmente, el sector manufacturero es fundamental para reactivar las exportaciones no petroleras y crear insumos para la construcción, hoy decaída. Para todo ello, una nueva política hacia la banca es esencial para que apoye financieramente a esos sectores, mediante la capitalización de los bancos y el levantamiento de un conjunto de restricciones que impiden su desempeño. Acá están los enunciados de parte de lo que hay qué hacer y si se hace mediante un acuerdo político nacional, mejor todavía.