Uno de los dirigentes más influyentes en la Venezuela de Hugo Chávez, de quien fue vicepresidente y canciller, Elías Jaua pasó a un segundo plano en la presidencia de Nicolás Maduro.
Por Guillermo D. Olmo / bbc.com
Sus propuestas en pro de la democracia interna en el partido gobernante fueron desestimadas y desde entonces, según cuenta, se ha dedicado a formarse como docente universitario y al trabajo de base con la militancia chavista. Asegura que eso también es estar en la primera línea política.
Mientras ultima el lanzamiento de su Centro de Estudios para la Democracia Socialista, con el que espera contribuir al debate político en su país, le concedió una a BBC Mundo para abordar el escenario que se abre en Venezuela tras las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre, boicoteadas por gran parte de la oposición y en las que el chavismo recuperó el control de la Asamblea Nacional.
¿Cómo interpreta los resultados de las últimas elecciones parlamentarias?
Mediante el mecanismo que establece la Constitución de Venezuela, el voto directo, secreto y universal se eligieron los diputados que van integrar el Parlamento durante el periodo constitucional legislativo 2021-2026. Esa es la realidad política que resulta del 6 de diciembre.
Otros elementos sobre la participación y la victoria del Gran Polo Patriótico, la alianza que apoya al gobierno, están sujetos a interpretaciones. Lo que resalta es que tras dos años de intento de imponer un gobierno paralelo, un Estado dual en Venezuela, se elige una instancia legislativa producto de lo que dice la Constitución y de la soberanía de los que votamos.
Esos otros aspectos que menciona son importantes. Ha habido una participación muy baja en comparación con lo que había sido habitual en Venezuela y con lo que sucedió en las últimas legislativas. ¿Hay un descrédito del gobierno entre los venezolanos?
No solo del gobierno. Hay una desafiliación de la política, hacia nosotros los políticos. La gente siente que la política no está siendo eficaz para resolver los problemas cotidianos, sobre el salario, sobre el empleo, sobre el acceso a la educación y a la salud pública, la comida a precios accesibles.
La gente está resolviendo su vida sola y siente que los políticos no vamos a cambiar esa realidad. Eso no es bueno para la democracia. Y muestra la necesidad de recomponer la vida institucional del país, lograr que se desmonte el sistema de sanciones y agresiones al que se nos ha venido sometiendo para crear unas condiciones materiales que permitan que la gente pueda confiar en que votando puede mejorar su situación.
Pero también hay elementos simbólicos. Hay un hastío por la confrontación, en este tiempo en Venezuela, sobre todo a partir de 2015. Son elementos que llaman a una profunda reflexión de la dirigencia, tanto del gobierno como de la oposición. Y eso debe llamar también la atención de la comunidad internacional que insiste en ese empeño fallido de dinamitar al Estado venezolano, de crear un poder dual que lo que ha debilitado aún más es la creencia de la gente en una resolución política del conflicto.
¿No es el gobierno el principal responsable? Al fin y al cabo es el que ejerce el poder y no se está mostrando capaz de ofrecer soluciones.
¿Pero cómo puede solucionar los problemas en medio de un sistema de sanciones, de congelamiento de sus recursos, de imposibilidad de ejercer el libre comercio en el mundo, de importar? Incluso vender petróleo para Venezuela se ha convertido en casi una odisea.
Mucho más allá de los errores que se hayan podido cometer, lo que tiene un peso fundamental es que hoy somos un país que no tiene posibilidad de ejercer el libre comercio, de endeudamiento, ni de inversión, producto todo de un sistema de sanciones.
Muchas estadísticas muestran que los problemas económicos de Venezuela comienzan mucho antes de las sanciones, con la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia.
Pero se han agravado producto de las sanciones. Y son muy difíciles de resolver si no se eliminan las sanciones.
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