Carlo Lorenzo Filippo Giovanni Lorenzini, el creador de Pinocho, más conocido como Carlo Collodi, adoptó ese apellido en honor a un pueblo en el corazón de La Toscana, donde había pasado su infancia y que, de alguna forma, refleja en la obra que le daría al autor una fama imperecedera.
Omar López Mato // INFOBAE
Después de cursar sus estudios primarios en Collodi, Lorenzini fue enviado al seminario de Val D’elsa. Aunque lo suyo no era el sacerdocio, allí adquirió una notable cultura que aumentó con las lecturas en la biblioteca de la duquesa donde también conoció los textos prohibidos por la Iglesia.
A los 18 años comenzó a trabajar en una librería, y a los 20 escribía artículos para el periódico L’Italia musicale. Su desempeño como crítico de arte le ganó prestigio en Italia. Dirigió y escribió en varios periódicos, el más conocido fue Il Lampione, un medio que fue censurado y cerrado en 1848, en plena efervescencia revolucionaria.
Durante la Segunda Guerra de la Independencia Italiana, Lorenzini sirvió como soldado en el ejército piamontés. Tras la contienda volvió a Florencia donde fue empleado de la Comisión para la Censura del Teatro -curioso empleo para alguien que había sido víctima de dicha censura.
Escribió para distintos medios y produjo varias novelas, como In vapore, Macchiette, Occhi e nasi y Storie Allegre. En 1875 realizó una traducción y adaptación de los cuentos de hadas de Perrault, dando comienzo una extensa producción de relatos infantiles que culmina con la Storia di un Burattino (Historia de un títere) publicado en el semanario Il Giornale per i bambini, primer periódico italiano para niños.
Como muchos cuentos infantiles, hoy conocemos la versión que Walt Disney produjo y que se estrenó en 1940, hace 80 años. Sin embargo, en el relato original, esta marioneta hecha de pino -de allí su nombre- no es el simpático personaje creado por los estudios de animación americano, sino un tosco muñeco de palo, delgado y sin gracia (ilustrado originalmente por Ugo Fleres y Enrico Mazzanti), que vaga por las calles mendigando y valiéndose de mentiras y su falta de escrúpulos para sobrevivir en un mundo hostil.
De reacciones intempestivas, ante una recriminación del grillo (Pepe Grillo en la versión de Disney), la marioneta embustera le lanza una piedra con tanta violencia que lo mata. Obviamente, le miente a Geppetto – el añoso carpintero que lo había creado – para exculparse.
El ambiente en el que se mueve Pinocho es de marginalidad y violencia. Mendiga, roba y malvende las propiedades de su padre para derrocharlas en vicios. Tiene conversaciones con fantasmas y debe huir de delincuentes que tratan de acuchillarlo, aunque nada le hace la navaja a la madera que conforma su cuerpo. Collodi planeaba que su creación muriese colgada para escarmiento de sus pecados, pero la popularidad del personaje lo salvó de este final abrupto, a fin de hacerle vivir otras desventuras como cuando lo quieren freír en una sartén, lo convierten en asno, o le quitan la piel, nada más alejado de la trama liviana que conocemos sobre Pinocho.
El productor norteamericano había tomado contacto con la cultura europea durante la Primera Guerra Mundial cuando se desempeñó como ambulanciero. Allí conoció los cuentos de los hermanos Grimm, de Perrault y esta historia de Collodi, relatos con una finalidad educativa que podían resumirse en una frase: la vida es cruel y el niño debe adaptarse a un medio hostil.
En ese mundo, el lobo feroz existe, las brujas abundan, la naturaleza es cruel y no se puede confiar en nadie (ni aun en los mismos progenitores). Pinocho no es una excepción y el crecimiento exponencial de la nariz, ante su tendencia a la mendacidad, es la conclusión moralizante de un cuento didáctico.
La conversión del muñeco en un niño real no estaba en el planteo original de la historia de Pinocho, y solo llega cuando el público clamó por un final feliz.
A lo largo de su carrera como periodista, Collodi cultivó la difusión de conocimientos científicos y literarios en textos dedicados a la docencia, convirtiéndose en un benemérito de la educación pública. A pesar de la popularidad de su personaje, la Iglesia miraba con recelo la historia de Pinocho. Lorenzini había leído los libros prohibidos por el Vaticano y adhería a la masonería, además de apoyar la independencia de Italia que era una amenaza a las propiedades de los Estados Vaticanos.
La creación de esta marioneta por Geppetto alude a la tradición alquimista y al concepto en boga de dar vida a objetos inanimados o muertos, como había sugerido Volta al hacer mover la pata de una rana con impulsos eléctricos, una idea que no coincidía con los principios cristianos.
Carlo Lorenzini murió repentinamente en 1890 y a pesar de la enorme popularidad de su creación, pocos lo recuerdan como el creador de Pinocho y menos aún como el autor de una extensa obra literaria. Mucha gente cree que la historia de la marioneta mendaz es un cuento popular italiano o una obra edulcorada, creada por la gran productora americana. Después de todo, Collodi no estaba tan equivocado en señalar a los lectores de Pinocho que a fin de cuentas el mundo es cruel e ingrato.
El autor es historiador y autor del sitio Historia Hoy