Sabiduría ancestral, otra pérdida en la Amazonia durante la pandemia

Sabiduría ancestral, otra pérdida en la Amazonia durante la pandemia

ndígenas recibiendo orientación médica a través de un celular, en medio de la pandemia del covid-19, en la comunidad sahu-ape, Amazonas (Brasil). Foto: RICARDO OLIVEIRA. AFP.

 

Además de dejar en evidencia las heridas del abandono estatal, múltiples deficiencias, la cruel deforestación y la violencia de la minería ilegal, uno de los efectos más desastrosos causados por el covid-19 en la Amazonia colombiana ha sido “la muerte de sabedores y sabedoras indígenas”, dice a EL TIEMPO una voz de la Fundación Gaia Amazonas, ONG colombiana que trabaja con los pueblos indígenas de la región desde hace más de 30 años.

Esas muertes no solo pusieron en riesgo la supervivencia física de nuestra Amazonia, sino “también sus sistemas culturales de conocimiento y manejo con los cuales se han cultivado y nutrido por milenios las selvas y los ríos, de los que depende hoy el frágil equilibrio del clima global. Cualquier menoscabo de la diversidad cultural es una pérdida irreparable de diversidad biológica”, sostiene.





Diagnosticar con exactitud los daños producidos por covid-19 en la Amazonia es difícil por las dificultades de acceso, pero el Instituto Nacional de Salud reportó que afectó a, por lo menos, 50 pueblos indígenas y que los más azotados fueron los tikuna con 401 casos confirmados, los murui-uitoto con 134 casos y los puinave con 45.

Los tikunas habitan longitudinalmente en Perú y Brasil y, longitudinalmente, entre el río Putumayo y el río Amazonas, abarcando el trapecio amazónico en Colombia, incluyendo el bajo Caquetá. Los murui-uitoto viven a lo largo de las orillas de los río Putumayo, Cara-Paraná e Igara Paraná, en Colombia, y en el norte de Perú, y los puinave en aldeas dispersas en la cuenca del río Inírida, en el oriente del Guaviare y en las fronteras colombianas con Brasil y Venezuela.

Han muerto 118 indígenas entre los 3.266 casos confirmados de covid, de los que 100 eran mayores de 50 años y 43 de 75 años. Con su muerte se perdió “un conocimiento invaluable para cada pueblo indígena afectado”, lamenta Gaia.