Los pésimos resultados del 6 de diciembre y los nada halagadores del 12 han ampliado la incertidumbre post 5 de enero poniendo el mingo del cambio bastante lejos. Las sanciones comerciales y financieras cumplirán dos años en marzo sin lograr su cometido de salir del déspota; su fracaso ha sido más estruendodoso que el del «Paro Petrolero 2002-2003» al acrecentar la crisis que la corrupción y la ineptitud del régimen habían generado para terminar de arruinarlos a los ciudadanos. La nueva situación obliga a acordarnos dónde poner la vista para ver cómo lanzar la bola con la mayor precisión posible para dar en el blanco o al menos rozarlo. La gente pugna por salir de la asfixia, quiere vivir bien, sin sobresaltos, y en ello pone sus mejores esfuerzos. En eso andan los trabajadores y los empresarios, cada quien busca salir a la superficie para respirar. Según los pronósticos, el próximo año ofrecerá una ligera mejoría económica respecto al nefasto 2020 que será aprovechada por todos. Toca a los políticos conectarnos con ese sentir y con esos intereses ciudadanos. Eso significa trazar una ruta creíble, una ruta electoral para ejercer la mayoría dando la pelea por elecciones libres y transparentes. Así como un plan político, sin lugar para las aventuras, que nos conduzca al cambio, soportado en una Unidad posible como condición necesaria para echarlo a andar y llevarlo a buen puerto; eso sí, «sin extremismo ni alacranismo, el flaco Padilla dixit
Corto y Picante: «Sin extremismo ni alacranismo» Por José Luis Farias
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