Lo propio ocurre en la Urb. El Molino, allí los vecinos tienen que convivir con aguas putrefactas desbordadas, calles con más huecos que asfalto, el deterioro del Liceo y demás infraestructura pública. Servicios como el gas doméstico, que no llegan a la mayoría de las comunidades, se convirtieron en privilegios. No obstante, aunque viven funcionarios públicos y concejales en sus inmediaciones, esos padecimientos son invisibles. La matraca se institucionalizó, las consignas del tipo “El Sol Nace por el Esequibo”, “Aquí nadie se rinde”, “Unidad, Lucha, Batalla y Victoria” fueron olvidadas y dieron paso a otras con más pegada como: “Dame algo pa’ los frescos”, “una mano lava a la otra y dos lavan la cara”, “entre bomberos no se pisan la manguera” y la reciente “si podemos ayudar pero que la comunidad nos cuadre un producto por casa o tantos dólares”.
Esto no es un secreto, no es una realidad oculta a la gente, al contrario, es constante para los vecinos de Tocuyito y Campo Carabobo. Cuando digo que son invisibles para el alcalde, para los concejales, para los diputados y para el gobernador estoy siendo extremadamente generoso con quienes tienen responsabilidades de gobierno y control político. Nadie en su sano juicio podría decir que esos funcionarios “no saben” o “los tienen engañados sus subordinados”. La cuestión está en que, estando totalmente enterados, ¿Qué les impide actuar? ¿Su desinterés? ¿Su incapacidad? ¿Una orden de arriba?, no lo sabemos.
Es más que entendible el por qué concretaron el secuestro de la tarjeta de Acción Democrática, no imagino cómo podrían debatir, en el contexto de unas elecciones libres y justas, el alcalde Juan Perozo y sus anónimos concejales con cualquiera de nuestros activistas locales sobre el estado de los servicios públicos, la calidad de vida y las necesidades de la gente. Mañana, cuando su periodo finalice, los veremos hasta mudarse de municipio, sin pena ni gloria, por la puerta de atrás con la vergüenza de maleta.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica